viernes, 30 de marzo de 2018

La mujer del cine


Luego de la partida de Carlota a Murano, Ricardo y Tennant volvieron a la gelateria "Il dolce d'oro" y luego de pasar dos aburridas horas esperando clientela, vieron salir del edificio del frente a un montón de técnicos, camarógrafos y microfonistas en busca de algo fresco para lidiar con el calor. Un tipo, al que llamaban "director", les anunciaba que tenían un descanso de diez minutos y pronto, apareció una mujer bellísima, de gran melena castaña y ojos almendrados vestida con una bata roja con flores. Quejándose del calor, se aproximó al local y no tardó en pedirle al boquiabierto Tennant algún gelato o un refresco de dieta.

-Le sentará mejor un poco de sorbete de fresas - se adelantó Ricardo - ¿quiere una rodaja de limón?
-Muchas gracias - contestó la desconocida.
-Que lo disfrute.

Como el hombre se retirara educadamente y no la mirara más, la dama suspiró aliviada y terminó con su postre antes de regresar al set. Tennant por su lado, no dudó ni un momento en llamar a Andreas y cortarle de golpe la cita con Levina.

Un poco más tarde, la filmación se hizo evidente. El productor quería algunas tomas en la calle y la mujer bella salió con un lindo abrigo beige y un jumper negro que la hacía ver muy elegante. Tennant no ocultaba su mirada fascinada y cuando Andreas arribó, este recuperó el aliento enseguida.

-¿Cuánto corriste?
-Todo Santa Croce ¿por qué no avisaste antes?
-No la vi hasta hace poco.
-¿Me juras que es Violet Fox?
-Deja que se quite los lentes.
-¿Sólo los lentes?

Como ambos se rieran, Ricardo se interesó y luego de aproximarse a la puerta, tuvo una pequeña curiosidad por la actriz, que retiraba sus gafas y mostraba una gran sonrisa ante la cámara.

-¿En qué películas ha salido? - preguntó el señor Liukin ingenuamente y Tennant, pudoroso, la recordó en un papel pequeño de una mala cinta francesa.

-Es la chica que entrega una carta a Raoul Bova.
-Ese actor le encanta a Carlota.
-Ahí la vi.
-¿Sólo en esa película?
-Y en un comercial de ropa interior de abuelas.
-No te escuché.
-Un comercial de ropa blanca para dormir.
-La habré olvidado ¿actúa bien?
-Siempre muestra su gran ... corazón.

Tal vez porque Ricardo no miraba jamás a una mujer con lujuria o con atracción instantáneas, creyó en Tennant porque era un admirador impresionable. La intérprete hablaba tan bajito que afortunadamente no se entendía de qué giro era el filme en el que la habían contratado.

-Sugiero que ambos vayan a casa, no quiero que la señorita se incomode - dijo el señor Liukin al cabo de un rato y los asombrados Andreas y Tennant se marcharon lentamente sin pronunciar palabra, quizás pensando que si desobedecían, no podrían pedir una foto siquiera.

-Filmaremos aquí mañana - les reveló un asistente de producción y Tennant obtuvo un trabajo como el chico de los recados para un día, cuando descansaba el empleado habitual.

Desde su lugar, Ricardo curioseaba poco y pronto, se preguntó de qué se trataba aquello. La actriz repetía una y otra vez un saludo a su coestrella mientras su director se impacientaba cada vez más, al punto de decirle que "si no fuera por el trasero, estarías en la calle".

-¡Oye, cretino! Oféndela de nuevo y te azoto contra el pavimento - intervino el señor Liukin y los demás quedaron en silencio.

-Otro admirador idiota... Atiéndelo, te veo en cinco minutos, Maeva - dijo el director y la mujer miró a Ricardo segura de que no quería lidiar mucho con él. Los peores hombres podían ser los que tenían hijos.

-No debería permitir que le hablen así - continuó él cuando ella se aproximó.
-Los directores son agresivos siempre.
-No me gustó su lenguaje.
-No es personal.
-De acuerdo, no insistiré y disculpe. Buenas tardes.

Como Ricardo se diera la media vuelta en vez de pedir un autógrafo, la mujer arrugó un poco sus ojos y lo observó volver a su lugar, sobretodo cuando un niño se le aproximó para preguntar por un sabor de gelato que había buscado por toda la ciudad.

-De todos los hombres, encontraste al decente - comentó Miguel al pasar y la desconocida se arrepintió por un momento de no permitir que la defendieran un poco más.

Cerca de las cinco, Ricardo terminó su turno en la gelateria y junto a Miguel, se fue a un bacaro cercano por un trago. Se sentía cansado y abrumado por el calor y al entrar al local, preguntó si podían buscar el canal que pasaría la competencia de su hija. Como al empleado de la barra le daba igual, accedió enseguida y el señor Liukin ordenó croquetas de atún y un par de aperol spritz en agradecimiento. Miguel en cambio, no se contuvo y pidió sopa de tomate para acompañar un sándwich de salami. Algunos hombres del servicio de vaporetti lo saludaban al verlo.

-¿Tienes hambre, Miguel?
-Nadar me deja cansado.
-¿Te metiste de salvavidas?
-Con los buzos; soy nuevo así que saco la basura de los canales.
-Es un buen comienzo.
-Me han dicho que no podré sumergirme en los primeros seis meses.
-Dime que te dieron un traje para estar ahí metido.
-Y me prohibieron meter la cabeza, cosa que agradezco.
-Amén.
-Los conductores del vaporetto se burlan de mí.
-Oí que un aspirante a buzo gana más que el conductor de un bote.
-No lo sabré antes de fin de mes.

Miguel comenzó a sonreír y a contar los minutos para ver a Carlota mientras le colocaban su comida y por primera vez anunciara que pagaría la cuenta. Por el respeto y la forma de hablar todos lo creían hijo de Ricardo y Miguel pensó que de ser humano, aquello le habría encantado. Ese mismo día había llamado "hermano" a Andreas.

-¿Leoncavallo te es grato, Miguel?
-Es una linda persona.
-No te había escuchado contestar tan rápido.
-Lo conozco bien, señor Liukin.
-Le he dado mi confianza muy rápido.
-Pero él lo valora mucho.
-Lo conocimos el lunes.
-Lo hemos hecho sentir parte de la familia.
-Es muy pronto para eso.
-Los Liukin reconocemos a los que nos querrán siempre.
-¿Los Liukin? ¿Cuándo te sumaste a esta familia?
-Creo que cuando me llamó por mi nombre.

Ricardo le dio una palmada en la espalda al chico y tuvo la tentación de preguntarle "¿de dónde saliste?" pero optó por cambiarla a "¿por qué no te quedaste en Murano, Miguel?"

-Carlota no me necesita.
-Noto que estás mucho tiempo con ella.
-Le he tomado cariño, es como mi hermana.
-No te habría creído si lo hubieras dicho en París.
-A veces dos hermanos no bastan.
-Hacía falta uno que no detestara a mi niña, jajaja.
-Tal vez Maurizio quiera ser el nuevo adoptado.
-¿Por qué lo piensas?

Miguel dio un sorbo a su sopa y continuó.

-Con esa hermana que tiene, tal vez necesite un rescate.
-¿Te refieres a la señorita Katarina?
-Ella no entiende su límite.
-¿También lo notaste?
-¿Qué cosa?
-Los celos que le tiene a Leoncavallo.
-¿Le teme, señor Ricardo?
-Es curioso, cuando ella lo abrazó frente a mí, sentí que lo quería quebrar como a un cristal.
-Conmigo fue igual.
-Si no fueran hermanos, me pasaría por la mente que ella es la novia.
-Ojalá fuera imaginación nuestra - murmuró Miguel y mordió su emparedado para poder cambiar el tema de golpe sin oposición.

-Vi que están grabando una película frente a la gelateria, señor.
-No hacen ruido aun.
-Lo vi platicar con una actriz.
-Sólo le dije que no me parece bien como la tratan.
-¿Muy mal?
-No lo pude ignorar.
-Creo que ella tampoco a usted.
-No recuerdo su rostro.
-Digo que sí.
-¿Por qué?
-Porque la vio entrar aquí y respiró muy hondo.

Ricardo agitó la cabeza.

-¿Cuando hice eso, Miguel?
-Ella está igual de sorprendida que usted.
-¿Cómo sabes?
-Está esperando que la mire.
-No es cierto.
-Es una coincidencia que se haya dado cuenta de que hablamos de ella y se esté acercando.
-¿Por qué pasaría?
-Quizás por curiosidad.

La bella dama se colocó tímidamente en la barra y luego de ordenar vino blanco, aguardó a que Ricardo dijera algo al tiempo que Miguel se hacía a un lado y el hombre de la barra riera, creyendo en la suerte que no tenían otros hombres comunes.

-Ciao - saludó ella luego de entender que Ricardo no tomaría ninguna iniciativa. Aun creía que él no era una excepción.

-Buona sera, signorina.
-¿Puedo sentarme junto a ti? No me siento cómoda estando sola.
-Por supuesto, lamento no acompañarla con el vino.
-¿Qué bebes?
-Aperol spritz, un aperitivo.
-Te acompañaré con algún cicchetti ¿albóndigas, tal vez?
-Come carne, eso es bueno.
-Tiendo a la anemia.
-Las espinacas ayudan.
-No las como, son horribles.
-No las ha probado en croquetas.
-¿Cómo esas? - señalando el plato de él.
-Son de atún.
-¿Puedo?
-Claro que sí.
-Muchas gracias.

La mujer degustó una croqueta rápidamente y pronto, se dio cuenta de que Ricardo prestaba más atención a la pantalla que los demás, que observaban esperando una conquista o un ridículo.

-¿Patinaje?
-Me gusta.
-Nunca lo había escuchado en un hombre.
-Mi hija concursa en este torneo, es la tercera en salir.
-¿Una niña?
-Carlota Liukin.
-¿Por qué no fuiste a verla?
-Salí tarde del trabajo y no hay vaporetti hasta las siete.
-Lo siento.
-La veré el domingo.
-¿Es buena?
-No quiero presumir pero es campeona de Europa.
-Eso debe ser asombroso.
-Mi hija es talentosa.

La admiración que Ricardo prodigaba a Carlota no necesitaba comprobación. Con sólo mencionarla, él se llenaba de emoción. La mujer aun desconfiaba porque su experiencia con el sexo masculino no era positiva.

-No has preguntado mi nombre.
-Oh, me disculpo, señorita.
-Me conocen como Violet Fox.
-No le hace honor.
-Mi nombre es Maeva Nicholas.
-Su nombre artístico palidece con el real. Ricardo Liukin, un gusto.
-Nadie acostumbra darme la mano.
-Me alegra ser diferente.

Entonces, las palabras de Miguel regresaron a Maeva, "encontraste al decente".

-Mi hijo Tennant la vio en una película con Raoul Bova.
-Esa escena duró un minuto.
-Vemos muchas películas juntos; más bien, ellos.
-¿Cuántos hijos tienes?
-Tres naturales y dos adoptados.
-¿En serio?
-Andreas y Adrien me dan dolores de cabeza; Miguel y Tennant deben recibir reglas y Carlota es la única niña. A ella hay que cuidarla más.

Maeva miró fugazmente al televisor para conocer a la hija de Ricardo.

-¿Actúa en muchas películas, Maeva?
-Sí, creo.
-¿Algún papel interesante?
-Hago pequeñas apariciones de vez en cuando.
-Los directores deberían pelear por usted.
-¡Lo hacen! Todo el tiempo recibo llamadas.
-Jacques Audiard la haría una gran protagonista.
-¡Jajajaja! Él no me quiso.
-¿Por qué?
-No le gusta lo que hago.
-Aquí en Italia podría irle mejor.
-Depende, en las audiciones aun no me va bien.
-Tal vez necesita que la cinta que está rodando sea un éxito.

Maeva no sabía como tomar el comentario.

-¿De qué trata su proyecto?
-¿Cuál?
-La película.
-Ah... Una mujer que arregla muchos negocios.
-Suena interesante, me gustaría verla.
-Eso es seguro.
-¿Cómo lo sabe?
-No hay nadie a quien no le gusten.
-Tal vez busque alguna para estar con mis hijos.
-Eso sería muy raro.
-¿Son para adultos?
-Sí.
-En ese caso, iré al cine solo.

Maeva se quedó aun más desconcertada y se preguntó si el tipo era un repulsivo cretino o sólo un idiota con suerte al que le estaba hablando por no creerle la careta de bueno.

-Es más fácil que vaya directo a video.
-Estoy seguro de que pronto le tocará una marquesina.
-Dicen que en internet está el futuro de mi industria.
-Lo es de casi todo, excepto la comida.
-¿Por qué?
-A diferencia del cine, es más fácil encontrar el mejor sabor uno mismo.

La mujer estaba confundida y Ricardo lo notó enseguida.

-Disculpe si así cambio el tema, no quise molestarla.
-¿Era eso?
-Creí que la ofendería y eso no está bien.
-Rara vez me hablan de cine.
-Usted es actriz.
-¿Nunca me has visto?
-No ¿por qué cierra un poco los ojos?
-Me conoce hasta tu hijo - señalando a Miguel.
-¿No es reconfortante?
-¿Cuál sería la razón?
-Que no tengo un prejuicio de la crítica. Somos dos personas conversando.

Maeva no sonrió y bebió un poco de su copa mirando al frente. Por la forma de mover su cabello, el señor Liukin entendió su nerviosismo.

-¿Por qué vendes gelato?
-Fue lo que conseguí, Maeva.
-No te queda.
-Lo sé.
-¿Qué haces ahí?
-Mantener a mis hijos, sólo somos ellos y yo.

Ricardo parecía contento y comió una croqueta de forma tan delicada que Miguel lo imitó en el acto. Un hombre así no podía ser malo.

-¿De que trabajabas antes?
-Soy cocinero, señorita. Alguna vez fui el principal.
-No se adivina tanto.
-Dejar el plato central en manos de otra persona nunca me gustó y el fuego de la cocina siempre fue prendido por mí. No lo extraño, aun preparo cosas para mis hijos... Divago, perdone ¿a qué se dedicaba usted antes de la actuación?
-Freía papas en un restaurante de Córcega.
-También se ve, esa forma de tomar el cuchillo delata mucho oficio.
-Juntaba dinero para la aventura de volverme famosa.
-Lo conseguirá.
-El cine no es piadoso.
-Es como vender gelato: al principio no es suficiente y en el camino se aprende a hacerlo.
-El sorbete del mediodía es tuyo ¿cierto?
-Pasé dos semanas de prueba y error, ser maestro me tomará mucho tiempo.
-¿Te apasiona?
-Tengo una nueva meta.
-¿Cuál?
-Volver a ser yo.

Maeva se sonrojó sin comprender por qué. La mirada de Ricardo se había tornado tan profunda, su voz tan intensa, que no le tenía más reservas y se sentó finalmente a su lado. En el local se escuchaba:

-"Ecco qui, il ritorno di Carlota Liukin alle competizioni dopo il grandissimo Europeo junior di gennaio. Aveva lasciato Tamara Didier da pochi mesi e il nuovo coach è nostro carissimo Maurizio Leoncavallo, medaglia di bronzo a Salt Lake in danza sul giacchio e campeone del mundo 2001, allena sua sorella Katarina e con medaglia alle Olimpiadi anche lei. Con musica "Megapolis", la bellissima Carlota in gara"

-Es el turno de mi hija.
-Suerte.
-Le encantará,  Maeva.
-Se ve bonita con su vestido de rayas, como marinerita.
-Como veneciana.

Maeva sonrió nuevamente y prestó atención a Ricardo en todo momento, queriendo saber más de él.

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