martes, 10 de julio de 2018

Un cuento sobre las dudas y la evidencia


Oficinas del Servizio Italiano d'Intelligenza.

-Me enteré de que vinieron aquí por los técnicos de la pista - dijo Tamara Didier y abrazó a Ricardo Liukin mientras los demás esperaban el anuncio de que podían irse.

-Me contaron que Trankov se apareció ¿es cierto que quería llevarse a Carlota? - quiso saber ella.
-Me gustaría pensar que no - le contestó el señor Liukin con cara de pocos amigos.
-¿Qué hay de Maurizio? ¿No se lastimó?
-Nada que un hielo no desinflame.
-¿Interrogaron a todos?
-Todavía no acaban con mi hija.

Tamara miró a Carlota con la certeza de que estaba mintiendo por Trankov.

-¿Quién está hablando con ella? - siguió Tamara.
-Maurizio Maragaglio.
-¿Ese quién es?
-El jefe de esta oficina y primo de Leoncavallo.
-Se nota.
-Debí cortar la relación de mi niña con Trankov hace tanto...

Ricardo estrechó a Tamara contra sí nuevamente y luego contempló a Carlota con su disfraz morado y negro de tarántula.

-Señorita Carlota, creo que pasará la noche en la oficina en lo que terminamos de revisar videos, le notificamos a la policía francesa y determinamos que es seguro para usted volver a casa - dijo Maragaglio.
-¿Qué? ¿Voy a pasar Halloween aquí? - protestó la joven.
-Lo siento mucho.
-¡Trankov se fue! ¿Cree que es de los que esperan a que lo detengan?
-¿Cómo sabe eso?

Carlota pasó saliva.

-¿Los terroristas se escapan, verdad? - evadió ella.
-Así es.
-Por eso creo que Trankov huyó.

A la joven Liukin le dolía mucho pronunciar palabras terribles para esconder a Sergei Trankov y derramó un par de lágrimas que Maurizio Leoncavallo se apresuró a enjugar. En otro extremo se veía a Katarina Leoncavallo llegar con una nueva bolsa con hielo para su hermano y un jugo que se moría por beber. El interrogatorio más largo había sido el de ella.

-Señoritas Carlota y Katarina ¿podrían quedarse juntas? - pidió Maurizio Maragaglio y ambas asentaron con la cabeza mientras Katy se colocaba en una silla al lado de su hermano para sujetarlo por la cintura. Todo esto ocurría mientras la oficina se iba vaciando y Maragaglio se encerraba un momento para calmar su dolor de cabeza.

-Alondra ¿qué te he dicho de no entrar aquí?
-¿No puedo darte un beso?
-Háblame de lo que supiste en las joyerías de San Marco.
-Qué duro te escuchas.
-Alondra...
-Jeje. En San Zito me dieron copias de las facturas con sus últimos diamantes vendidos. Del lote que detectó el Gobierno Mundial, ellos vendieron cinco piezas. Todas se enviaron al Almirante Borsalino, que a su vez, las obsequió a cinco de sus invitadas en una fiesta privada en Capri. Adivina a quien obligué a declarar.
-No tengo idea.
-Maeva Nicholas, o debo decir, "Violet Fox", la "actriz" que estuvo en tu casa el lunes.
-¿Ella tiene un diamante?
-Lo acabamos de valuar. Es una piedra de diez quilates y costó 17000€.
-Es demasiado caro.
-Los otros costaron entre tres y cinco mil.
-¿Por qué recibió el más valioso la señorita Nicholas?
-Por sus brillantes "actuaciones" .... ¿Tu pregunta es en serio?
-Las coincidencias con los Liukin me empiezan a fastidiar ¿Tienes la información del diamante rosa que te encargué?
-Eso fue muy fácil. La gente de Spiegealare confirma la adquisición de dos piedras rosadas en el mes de julio.
-¿Qué? ¿No hubo alguna más reciente?
-El primero se vendió en el aeropuerto de Hammersmith por un monto de 4000€ a un tal Mattiah Weymouth que pagó en efectivo y aceptó un recargo por pedir que su anillo se colocara en una caja rosa especial.
-Es una broma.
-El segundo es más interesante. Fue adquirido en la sucursal de la Rue Cambon en París por la duquesa Svetlana Romanov y lo curioso es que fue robado durante el envío ¿Recuerdas que Miguel era mensajero y es el único empleo que le encontramos?
-Dime que no es cierto.
-La empresa que lo contrató fue la misma que reportó el hurto durante el traslado de la joyería al hotel Queen Elizabeth en Champs Elysée ¿Hace falta describir al tipo que lo llevaba?
-Lo tenemos.
-Ja ¿quieres hacer una escena?
-Miguel fue tan imbécil que admitió conseguirlo en París y se lo dio a Carlota Liukin en mi cara.
-Arréstalo.
-Katy lo dejará en cuanto sepa que es un ladrón.
-Sé que te come el ansia.
-Una cosa más: No vuelvas a usar mi escritorio por ningún motivo. Sólo mi mujer y mis hijos pueden.

Maurizio Maragaglio salió furioso hacia la estancia y sin pensarlo, esposó a Miguel.

-Miguel Ángel Louvier o como sea que te llames, quedas a disposición del Servizio d'Intelligenza Italiana por el robo de un diamante rosa a la joyería Spiegealare en la ciudad de París. Señorita Carlota ¿aun conserva su regalo?

La joven Liukin había escupido su jugo por la impresión y atinó a decir que Miguel lo llevaba consigo. Maragaglio hurgó en los bolsillos del chico y encontró el diamante mientras murmuraba "aquí está la evidencia" y un "Katy, de verdad lo siento".

-¡No soy un ladrón, lo juro! - gritó Miguel.
-¿Dónde lo llevan? - preguntó el señor Liukin pero el muchacho optó por defenderse.

-¡Me sueltan ya! Que ese diamante fue un encargo que me dieron de París.
-Qué conveniente - replicó Maragaglio.
-¡Es un regalo de Mattiah Weymouth a la señorita Carlota!
-¿Quién?

Aunque Carlota no quería delatarse, sintió la obligación de defender a Miguel y sacó la nota que había estado oculta en la caja.

-¡Miguel dice la verdad! El señor Weymouth me mandó este papelito junto con el anillo - reveló ella y Maragaglio lo revisó.

-¡Ahora suéltalo! - ordenó Carlota al agente con un manazo. El incrédulo Maragaglio obedeció mientras se preguntaba cómo hallar al tal Weymouth para acabar de esclarecer el asunto y observó a su prima Katarina abandonar su asiento para besar a Miguel con alivio.

-Lo lamento tanto - se disculpó Maragaglio - ¿Hay manera de comprobar esto? Es una formalidad.
-Eres el tipo más tonto que hemos conocido - aceptó Adrien Liukin en voz alta y el rostro de Carlota pareció confirmar la impresión general. Aun así, nadie podía abandonar el lugar y el sonrojado Maragaglio apenas pudo enviar a Alondra Alonso por dulces para compensar el Halloween arruinado.

-Miguel, me dijiste que el anillo era tuyo ¿qué pasa? Ustedes dos me van a explicar quien es el señor Weymouth - susurró Ricardo luego de apartar a su hija y al muchacho un poco. Carlota se apresuró a murmurar "es Sergei".

-Con mayor razón van a devolver ese diamante y los voy a vigilar ¡En qué lío se estaban metiendo!

Carlota regresó a su asiento y Miguel apretó a Katarina contra sí. Ricardo estaba a punto de volver con Tamara cuando Maeva Nicholas salió de un cubículo detrás de una detective y al reconocerlo, se le acercó con una sonrisa.

-Ricardo, me da tanto gusto verte.
-¿Cómo estás, Maeva? Me sorprende encontrarte.
-Me hicieron un par de preguntas sobre un diamante que me regalaron. Creen que Sergei Trankov los trafica.
-Nosotros tuvimos que aclarar un regalo de mi hija. También fue un diamante.
-Me dijeron que Trankov intentó secuestrar a Carlota en el club de hielo.
-Eso no pasó.
-Pero en la escena hallaron un diamante dorado que se parece al que me dieron. Tal vez con eso baste para arrestarlo.

Al oír aquello, Carlota palideció y Maurizio Leoncavallo volteó a verla.

-Ese diamante es mío - confesó ella en voz tenue y Leoncavallo le contestó de la misma manera.

-¿Estás segura?
-Sergei me dijo que no pudo venderlo y se me cayó.
-Tranquila.
-Tengo que recuperarlo.
-No hagas nada.
-No quiero que atrapen a Sergei por mi culpa.

Maurizio Leoncavallo tocó el hombro de Carlota para hacerle sentir que la apoyaba y pronto, se concentraron en observar a Maeva Nicholas. Era evidente que aquella mujer se había dejado influenciar por los señalamientos negativos a Trankov y hacerle advertir el error no era viable. De todas formas, era preferible verla acaparando la atención de Ricardo Liukin y las miradas de Andreas y Tennant mientras Adrien abría la boca ante tal atractivo femenino que no escondía el morbo ni la desinhibición de una estrella del cine erótico pasando su tiempo libre. Y bajo aquellas circunstancias, era insólito que para el señor Liukin pasara inadvertida: la miraba a los ojos, le cedía una silla, conversaba con ella sin tonos de voz sugerentes y le ofrecía una bebida con una cortesía ejemplar.

-¿Por qué tu padre está hablando con Violet Fox? - inquirió Tamara Didier a Carlota y se ubicó junto a ella.

-¿Su nombre no es Maeva? La conoció la semana pasada - replicó la joven Liukin.
-¿Haciendo qué?
-No le he preguntado.
-¿Ella le gusta?
-La invitó a verme en Murano.
-¿De verdad?
-Y a la cena en casa de los Leoncavallo.
-Es muy exuberante ¿no crees?
-No te entiendo.
-Que es muy ¿guapa?.... Yo no tengo esa talla de brassiere ni esas curvas, tengo cuerpo de niño. En serio ¿qué hace Ricardo con esa actriz porno?

Carlota comenzó a ahogarse con su jugo y luego de un ataque de tos, miró a Tamara como si preguntara "¿cómo dices?".

-¿No crees que eres muy imprudente? Carlota no sabía - dijo Maurizio Leoncavallo con un poco de risa.

-¡Los dos...! ¿La conocen? - murmuró la pequeña joven Liukin.
-Tus hermanos también - contestó Leoncavallo.
-Esto es asqueroso.
-¿Por qué?
-¿Todos la han visto?
-Tal vez.

Fue así como Carlota entendió que estaba ocurriendo algo. Generalmente, alguien tan sensual como Maeva Nicholas pasaba de largo y ningún Liukin se daba cuenta. Así había sido hasta el cumpleaños número cuarenta y cuatro de Ricardo, el primero que había pasado sin su esposa Gabriela, con el reproche de Andreas de no estar en casa mientras Adrien y Carlota misma se accidentaban en la cocina por unas galletas. Varias mujeres se acercaban a él con toda clase de intenciones y las esquivaba mientras Tamara y Judy hacían malabares para ayudarlo. Pero en Venecia, Ricardo se hallaba solo. Yuko Inoue era su amiga pero no la niñera y Maurizio Leoncavallo no tomaría ese lugar porque tenía demasiadas cosas que hacer.

-Necesito otra bebida - declaró Carlota y fue a la máquina de café sin dejar de mirar a su padre. Maurizio Maragaglio estaba ahí, ahogando la vergüenza en chocolate.

-Vine por una vainilla caliente - pronunció ella
-No hay.
-Rayos.
-Perdone por traerle aquí, señorita Carlota.
-Se supone que es su trabajo.
-Tengo un caso con unos diamantes que me gustaría resolver pronto. Supongo que actué mal.
-Le debe disculpas a Miguel.
-A ustedes. Fue penoso.
-¿Busca diamantes robados?
-Traficados. No sabemos su origen.
-Ojalá los encuentren pronto.
-¿Sabe? Estoy preocupado porque lo de hoy no es normal.
-¿Qué quiere decir?
-Trankov es nuestro sospechoso principal y tengo la teoría de que usted ha sido su cortina de humo todo este tiempo.

Carlota ya no abrió la boca.

-Encontramos un diamante dorado que podría tener las huellas de Trankov. Estamos tan cerca de atraparlo que no puedo cometer otra estupidez. Me dejé llevar y Katarina debe estar molesta conmigo.

La joven Liukin se limitó a tomar un vaso con chocolate espeso y regresó con Maurizio Leoncavallo mientras observaba como Maeva permanecía atenta a las palabras de Ricardo Liukin, sin dejar de pensar en que Maragaglio tendría pronto más preguntas y si insistía en buscar el rastro de las piedras preciosas, acabaría descubriendo algo que comprometería a los Liukin por completo.

-Quiero que investigues a Mattiah Weymouth - susurró Maragaglio a Alondra Alonso cuando llegó con los paquetes de chocolates y caramelos que había podido conseguir.

-Lo que quieras ¿puedo saber la razón?
-Miguel ha tenido que ver con los diamantes rosados que vendió Spiegealare.
-¿Sigues con eso?
-Es demasiada coincidencia.
-Estás exagerando.
-Nadie le regala joyas a una niña y tampoco confía en el idiota que perdió un valioso diamante.
-Estás perdiendo la cabeza.
-¿Se te está olvidando que soy tu jefe?

Alondra se encogió de hombros y colocó en una mesa todo lo que había comprado mientras exhalaba profundamente y pensaba en el trabajo que tenía por delante.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario