sábado, 23 de diciembre de 2023

El cuento de Navidad ("Los días de fiesta")


Venecia, Italia. Viernes, 22 de noviembre de 2002.

-No vas a dejar el tanque de oxígeno en un par de semanas, Marco - anunciaba el doctor Luc Pelletier mientras contemplaba al joven Antonioni colocarse su camisa blanca con bordado de rosas en el cuarto de servicio. El chico estaba de buen humor y los resultados de sus estudios cardíaco y respiratorio no parecían importarle en ese momento.

-Es vital que tomes la medicación para los triglicéridos y que no hagas muchos esfuerzos en este momento. Tu presión arterial está regresando a niveles normales... ¿Me quieres hacer caso? Marco, tienes Marfan.
-¿Terminó el diagnóstico?
-Sí.
-Hoy me caso, no voy a preocuparme por lo que me digas, tal vez mañana.
-Voy a traerte tus pastillas. Con la neumonía parece que mejoramos pero el desmayo que tuviste...
-Para.
-Marco, déjame explicarte.
-¡Que pares! Hoy no.

Luc Pelletier asentó y salió al pasillo un momento sin saber si estaba contento o preocupado. Poco después, Susanna Maragaglio, se introdujo de lo más feliz.

-Dejé a Katarina arreglándose, se tardó un poco en la ducha.
-¿No le pidió ayuda?
-Vine para asegurarme de que te verás bien ¿No llevas corbata, Marco?
-No, gracias. Con la camisa es suficiente.
-Hay que peinarte un poco.
-Ya lo hice.
-Haré tu cabello para atrás.
-Estoy listo.
-Confía en mí ¿Tu pantalón es color vino?
-No me consiguieron otro.
-Siéntate, por favor.
-No es necesario, señora.
-Verás que sí ¿Se te hace flequillo?
-El mechón siempre se me va hacia delante.
-¡Pero mira! Eres más guapo sin el.
-Es un cabello rebelde, nada más.
-Las camisa debe ir dentro del pantalón, anda.
-A Katarina le gusta.
-Sólo por hoy.
-De acuerdo.
-Va a valer la pena, Marco.

El chico sonrió mientras Susanna seguía corrigiéndolo, pensando que Katarina estaba arreglada, pero se equivocaba.

En la habitación que compartía con Juulia Töivonen y Tennant Lutz, la joven Leoncavallo batallaba para estar lista. Su cabello no se quedaba sujeto y se había enredado, así que no paraba de cepillarlo con fuerza mientras miraba angustiada el reloj. 

-Debo salir en media hora y la secadora no funciona ¡Me haré una coleta! Ay no, este nudo no se quita y no me he puesto el vestido ¿Alguien vio dónde está? ¡No me puedo casar en bata! - se desesperaba Katarina y era porque todo le había salido mal: Se había herido en la ducha mientras trataba de rasurarse, estaba atrasada debido a que se había quedado sin agua y sus ojos estaban irritados por una reacción al shampoo, razón que la privaba de poder usar maquillaje. 

-Te ayudo, venga - dijo Juulia Töivonen y se incorporó con un poco de dificultad. Su mascarilla de oxígeno estaba empañada, pero se aferraba a ella porque creía que sanaría más rápido y hablaba lo más fuerte que le era posible.

-Siéntate, Katarina, te recogeré todo el cabello y ya ¿Te trajeron horquillas?

La joven Leoncavallo negó con la cabeza y Juulia tomó el cepillo, despejando el rostro de la chica para formar la dichosa coleta.

-¿No te vas a casar con el pelo tan descuidado o sí? Voy a formarte un chongo y lo ataré bien. No sé caerá, lo prometo. 

En silencio, Katarina permitió que le peinaran, aunque le dolía cada maniobra. Su cabello se restiraba como si fuera a presentarse en el ballet y no quiso preguntar por ningún truco, sólo le quedaba confiar. Sin embargo, recordaba todavía su tristeza por días anteriores y tuvo la tentación de tocar el vientre de Juulia, misma que permaneció asustada e inmóvil mientras la mano ajena se posaba sobre su ser.

-¿Maurizio te ha dicho algo? - preguntó la joven Leoncavallo.
-Sólo que esperaba que mis pruebas fueran positivas.
-Pero no te ha mandado un recado.
-Está muy feliz, eso he sabido.
-Yo nunca fui capaz de darle esa alegría.
-Katy, no puede ser.
-¡Soñé toda mi vida!
-No llores ¿No te vas a casar con Marco?
-Es que después no podré lamentarme y Maurizio me hace tanto mal ¡Juulia, por lo que más quieras, cuida de él y ámalo siempre! ¡Él no es para mí!
-Tranquilízate.
-¿Sabes? Encontré a Marco hace tanto tiempo.
-Él te esperó.
-Me iré de la vida de Maurizio y de la tuya dentro de poco.
-¿Es una promesa?
-Es un hecho... ¡Marco me verá llegar tarde! ¿Estoy linda?
-El cabello está bien y no te molestará en unas horas.
-¿Me ayudas con el vestido, Juulia?
-¿Era el que usarías en mi boda, verdad?
-¿Cómo te enteraste de eso?
-Maragaglio y Maurizio te vieron diseñándolo.
-¡No te preocupes más! No volveré a ponérmelo después de mi noche de bodas y será sólo para Marco ¡De pensarlo me pongo roja como tomate!

Ambas mujeres rieron y Juulia observó a Katarina introducirse en un vestido color marfil que tampoco podía cerrar sola. La prenda era ajustada, strapless, con un corsé y poco brillo, el justo apenas para dar un aspecto nacarado.

-Pensé que no me quedaría.
-Es bonito.
-Juulia ¿Crees que a Marco le guste? 
-¡Le va a encantar! Se te ve una silueta divina.
-El escote es un poco atrevido, debí confeccionarle unos tirantes o unas mangas.
-Estás perfecta.
-¿Lo juras?
-Claro, te pondré el velo.
-Las enfermeras me trajeron un tul muy bonito.
-Así va... No se te nota la peineta.
-Muchas gracias.
-No te has visto en un espejo.
-Tengo este pequeño y no parezco ir mal.
-Es hora ¿Quién te va a entregar? ¿El doctor Pelletier?
-¿Me acompañarías, Juulia?
-Con la mascarilla no puedo.
-Perdón.
-Tal vez Tennant... Tampoco, también tiene mascarilla.
-Entonces, ya me voy.
-Suerte, Katarina.
 
Las dos se abrazaron fuertemente y cuando Tennant logró ver a la joven Leoncavallo, prácticamente perdió el aliento, atinando a halagarla con un "eres preciosa". Así, ella caminó nerviosa por el corredor, con su tanque de oxígeno como única compañía y deslumbrando a los pacientes hacinados y uno que otro que podía asomarse. Las enfermeras le abrían el paso y Wendy Bacchini le entregó enseguida un modesto ramito hecho con flores del hospital, anunciándole que Marco se encontraba en otro lugar, ya que el juez no podía quedarse mucho tiempo. Pronto, en su camino apareció Ricardo Liukin, quien impresionado por la novia, la detuvo.

-Katarina, dile a Marco que si no te complace, le romperé la cara.
-¿Qué cosa?
-Me alegro por ti en realidad. Buena suerte.
-Gracias.
-Ve con él. 

La chica sonrió y apresuró el paso hasta una puerta de madera pesada y rechinante, desde donde Luc Pelletier y Susanna Maragaglio habían reservado su lugar para curiosear.

-¡Katarina, qué hermosa novia eres! - exclamó Susanna, empezando a llorar y estrechándola.
-¿Marco se dejó ayudar?
-Lo convencí de fajarse la camisa.
-Muchas gracias.
-El doctor Pelletier y yo hemos firmado como testigos y Maragaglio y el señor Hazlewood hicieron lo mismo afuera del hospital.
-¿Maragaglio?
-Faltan el novio y tú.
-¡Dile a Maragaglio que lo quiero!
-Anda, te espera Marco.
-Tengo que entrar.
-Ve con él.

Luc Pelletier giró el picaporte y Katarina Leoncavallo ingresó a un largo pasillo de enormes cristales desde donde se veía el Canal di San Polo y la intensa, pero lenta nevada que azotaba Venecia con un cielo azul oscuro. Marco Antonioni no dudó en voltear para contemplarla caminar hacia él con una enorme sonrisa y en ese momento, se cerró la puerta. La boda era sólo para los dos.

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