lunes, 2 de diciembre de 2013

La danza de las galletas (La sonata del hielo)



Tell no Tales:

Bérenice Mukhin caminaba hacia Poitiers cuando sonaron las campanas anunciado las tres de la tarde. Varias personas corrían y sonaban las sirenas de la policía. Entre la gente que se alejaba de la zona, se hallaba Anton Maizuradze.

-¿Por qué la gente huye? - le preguntó Bérenice, tomándolo del brazo.
-¿Qué no sabes? Han prohibido vagar en "zonas culturales".
-¿Tan temprano?
-Todo es culpa del loco que disparó a un niño. Ya me voy.
-¿Dónde vives? Te llevo.
-¿Y qué ahora sí me metan al bote con razón? No gracias.
-No lo harán.
-Si me ven contigo, no me bajarán de vándalo.
-No llegarás a tu barrio a tiempo, no hay guerrilleros que te cuiden el paso. 
-Anda ¿cómo sabes?
-Ni los Rostova han venido por aquí.
-Tú eres una. 
-Ahora trabajo por mi cuenta, vámonos.
-No me acerco a gente que ni conozco, perdón.
-Me llamo Bérenice.
-Lo leí en el diario.
-¿Ves? Si sabes quien soy.
-Pero no si eres buena persona.
-Nunca te haría daño.
-Eso dices, no me consta.
-¿Es que nadie confía en nadie?
-Es que se roban a los niños usando chicas que hacen ojo remi.
-¿Ojo qué?
-Mira, voy atrasado con mi mamá y la policía solo arresta a los morenos, a los indigentes y a los rusos como yo, no quiero problemas, adiós.
-¡Oye! En tu vecindario puede haber patrullas.
-Los Korobeynikov nos cuidan.
-¿Desde cuándo?
-Desde que tu banda les hizo el favor de correr a las fuerzas del mal antes del cateo.
-¿Cuáles fuerzas del mal?
-¿Cómo que cuáles? ¡Los polis!
-¿Quiénes son esos?
-¡La policía! ¿De quiénes hablamos?
-No te ¿escuche? bien. 

Bérenice mordía su dedo meñique con insistencia y miraba al niño casi deseando no haberlo interpelado.

-Mejor llego a mi barrio, hay kermés de galletas y no quiero que me ganen las de nuez.
-¿Ker... qué? Me estás hablando en chino.
-Kermés, es algo así como una feria de ventas y como los "grupos étnicos" no podemos abandonar nuestro "ghetto" después de las tres, pues aprovechamos que ningún habitante finolis de Poitiers o del centro nos va a comprar galletas. Adiós.
-Perdón ¿qué es un ghetto?
-Todo mundo lo sabe, si tú no, investígalo.

"Argumentazo" pensó Bérenice, cuestionándose también que era "argumento" y por qué usaba palabras que no comprendía para definir situaciones o cosas que no la molestaban pero si la desconcertaban.

-¿Podría ir a comer galletas? 
-Si quieres, cada bolsita cuesta unos diez centavos.
-No tengo dinero.
-Hay charolas de prueba.
-¿Me llevas? Tengo hambre.
-Traje un blini ¿lo quieres?
-¡Dámelo!
-Bueno, de nada. Ahora si me desaparezco.
-Gracias.

Anton sacudió la mano derecha como despedida pero la ansiedad de Bérenice con su bocado era tal, que él dejó de lado su malhumorada actitud y recordando su buen corazón, le pidió que lo acompañara a casa.

-Vivo en el barrio ruso.
-Me gusta mucho ir.
-Nada más le aviso a mi mamá que estoy bien y nos vamos a devorar galletas ¿Te parece?
-¿En serio?
-Yo invito, además el vaso con leche es gratis.
-¡Eres un niño hermoso! ¡Déjame besarte la mejilla!
-¡Ay, me vas a sonrojar! 
-Perdón, ji.
-Soy Anton "el besable".
-¿Ah sí? Yo diría que eres "Anton el bonito"
-Señorita que ayudo, me da cariño. Me envidiarían en otros lugares.... Hey, ¿Por qué nos vamos hacia De Gaulle?
-Porque podemos huir más rápido, nada más corre.
-¿Cómo en barata anual o como si me persiguiera Hacienda?
-¿Cómo la segunda? ¿Qué es Hacienda?
-¡Entonces vámonos como si debiera hasta los calzones! 

Bérenice se echó a reír aunque no entendía el chiste del todo. Mientras iniciaba su carrera en el parque, se le ocurrió aprovechar un charco cercano y aventó al niño; encontrándose éste con la novedad de que salía de un espejo en Pushkin y la joven detrás de él.

-¡Con una ...! ¿Qué pasó?
-Cruzamos el reflejo.
-¿Cómo lo hiciste?
-Un juguetito resolvió todo.
-Me caí en agua sucia.
-No, en realidad pasamos de un lado a otro, es algo muy simple. 
-Estoy bien seco.
-Y a salvo, supongo.
-Mi mamá atiende un puesto cerca de la fuente, ¿vienes?
-Creí que estabas sorprendido.
-Lo que quería era llegar, gracias. 
-Si necesitas otro atajo...
-La próxima vez llevaré bicicleta. 
-No es tan veloz.
-Pero me salvaré el pellejo solito. Sígueme, te daré galletas de manzana.
-Las galletas que conozco son de harina.
-Por acá las hacemos de lo que sea, hasta de carne de burro.
-¿Comen burro?
-Es broma; pero hay un montón de cosas que le puedes poner a una galleta, hasta hay de comida para perro.
-Qué locura.
-No le digas a los fanáticos perrunos que son ridículos.
-No, nunca.
-Venga, a comer.

Bérenice aplaudió como si hubiera visto a un malabarista o a un bombero rescatando ancianos, creyendo igualmente en su buena suerte ya que era su segundo día consecutivo probando bocado.

-¡Blinis rellenos de queso feta a cinco centavos!, ¡Lleve su galletón de coco!, ¡Pase a saborear nuestros rellenos de cereza!, ¡Dos por uno en la compra de galletas de naranja!" - se oía y Bérenice tomaba los trocitos de las charolas, fingiendo que regresaría a adquirir cualquier cosa más tarde. Anton le ayudaba a disimular diciendo que su presupuesto era de dos euros y le alcanzaba hasta para llevarse por cincuenta centavos un pan relleno de galletas de chocolate.

-Pero no me lleno.
-Te compro otro blini ¿de qué lo quieres?
-De algo grasoso.
-¡Deme dos de queso! - gritó el niño al aproximarse al vendedor que acaba de instalarse.
-Tengo con relleno de galletas saladas y queso amarillo - Añadió el hombre
-Suena original, dos por favor.
-Por un centavo más te doy el bote de nieve para la guerra de las cinco. 
-Necesito dos.
-El centavo y son tuyos.
-Es una ganga, en otros puestos están a siete.
-Los comerciantes nuevos estafan a los vecinos.
-Se creen muy listos.
-Bueno, nunca me ha gustado robar. Aquí están tus blinis y te entrego tu espuma.
-Diez centavos, incluye propina de cuatro.
-¡Qué generoso!
-Buena tarde.

Pero el vendedor reconoció a Bérenice al levantar la cara.

-Señorita, usted no debería caminar por estos rumbos.
-No sé por qué lo dices.
-Los Rostova no han pasado a este lado y Matt apenas me dio permiso para ganarme algo en esta feria.
-¿Eres del espejo?
-Tengo la cara plana y la nariz de cuchillo.
-Tienes comida.
-Gasté mis ahorros en este negocio, necesito madera para ayudar a la brigada de reparaciones con los parques de nuestro lado.
-Me han hablado de las brigadas.
-Deberías unirte.
-No podría ayudar mucho.
-La próxima semana colocaremos macetas y cercas nuevas ¿quieres venir? 
-Me gustaría.
-Pregunta por mí, me llamo Luiz. Me llaman "Bob" por mi cabeza de palmera.
-¿Qué es "Bob"?
-Quien sabe.
-¡Así que hay otra Tell no Tales en el espejo! No estaba loco - intervino Anton - Es que mi reflejo es medio siniestro.
-Entonces no ves tu reflejo, ves a tu gemelo - contestó Bérenice.
-¿Y es raro?
-No. 
-Entonces lo seguiré saludando.
-No lo hagas, da miedo.
-Bueno, lo que la dama diga... Voy a ver a mi mamá, espérame aquí Bérenice.
-Soy de palo.
-Eh, si traes onda.

Anton se separó unos pocos metros y la joven comenzó a mover su cabeza al ritmo de la música ambiental, asumiendo que se encontraba permitido hacerlo. Luiz por su parte alternaba la preparación de blinis con la de café y sirvió un vaso.

-Toma.
-No.
-Las bebidas son de cortesía.
-La leche es gratis, no sé lo demás.
-No cobro el café, de verdad.
-Gracias.
-¿Qué haces aquí?
-Ayude al niño a irse de Poitiers y me invitó galletas.
-¿Te dijo que este festival se pone muy loco?
-¿Cómo?
-Además de la guerra de nieve hay concursos para elegir a la mejor vestida del festival y al feo más falso.
-Nunca había oído de algo así.
-También está la competencia de quien acaba las ventas primero y parece que yo no ganaré.
-Necesitas llamar la atención.

Bérenice masticó su blini y poniéndose a bailar, anunció:

-¡Disfrute del sabor a galletas saladas con queso amarillo en nuestros blinis y pregunte por el precio para la nieve artificial! ¡Todo barato, todo delicioso, café sin costo y reciba gratis un beso mío! ¡Aproveche y presuma, no habrá otro día!

-No es necesario tanto entusiasmo.
-¿Por qué no? Además, me gustó lo que haces.
-A tu banda no le agradó.
-No soy una Rostova.

Bérenice sonreía muy confiada y contenta de que un grupo de pequeños se acercara. A cada uno le repartía besitos en la frente.

-También hay blinis con relleno de oreo - anunció Luiz y al instante se formó una fila curiosa. Bérenice complacía a cada uno de los clientes.

-Me voy un momento y empieza la revolución - señaló Anton al pasar nuevamente.
-Deberías probar el blini de oreo.
-Te traje de las galletas de mamá, Bérenice.
-Te lo agradezco mucho.
-Te conseguí un sombrero de brillitos y un saco plateado.
-¿Para qué?
-El premio a la mejor vestida.
-Gracias, no estoy interesada.
-Pues deberías, mira a tus fans.
-¿Qué fans? 
-Las chicas de allá.
-Son mini - yos.
-Si te pones esto, les ganas... Ah si, te mandaron un paletón de avena.
-Oh, ¿quién?
-Ellas.
-Mira, las saludo.

Las jovencitas enseguida se acercaron a Bérenice.

-¡Me gusta el color de tu cabello! ¿Crees que si me lo tiño me quede parecido? - dijo una.
-¿Cómo consigues el tono de tu labial? ¿Es cierto que se te ocurrió usar vestidos cortos para que la ropa no te estorbara? - añadió otra. En aquel momento, Bérenice tomó el sombrero de mano de Anton y se lo colocó para comenzar a diferenciarse del grupo que la rodeaba.

-El labial es grosella con café y uso vestidos porque los pantalones dan calor y estorban, los vestidos más largos no dejan correr y los leotardos aprietan. Usaría una lycra para no mostrar mi ropa interior pero el sudor es incómodo y de plano odio los brassieres: nunca ajustan, hay que acomodarlos todo el tiempo, además se marcan y los encajes raspan ¿quién querría sufrir? yo no.

Las chicas anotaban las recomendaciones de su "gurú fashion", ignorando por supuesto que ella en realidad carecía de dinero y su imagen atrevida era resultado de una escasez de materiales que la orillaban a confeccionar prendas diminutas que hicieran rendir hasta el último centímetro de tela de pésima calidad que llegaba a sus manos. No obstante, Bérenice también les jugaba una broma engañándolas con el asunto del labial, mismo que era un rojo quemado convencional que se hallaba en cualquier tienda y no la combinación que les había dado. Otras preguntas iban relacionadas con su banda decorativa en la frente (aunque en esa ocasión no la traía), si tenía un tatuaje, qué aconsejaba para tonificar las piernas o de donde había salido el vestido negro con corbata que llevaba. 

-Ay, qué chicas, ¿desde cuando lo vulgar es digno de un aplauso? Todas se ven ridículas - se escuchó en la fila para adquirir blinis.

El comentario era de la autoría de Audrey Phaneuf, cansada de que Bérenice se apareciera hasta en la sopa. Junto a ella, su amigo Elliot Cohen le pedía en voz baja que omitiera su punto de vista por un momento o se disculpara porque estaba siendo inoportuna.

-No voy a retractarme, nadie le dice a Bérenice Mukhin que sus idioteces con su pandilla de quinta o con cantantitos de octava no son graciosas y bueno, ella y sus seguidoras visten como rameras baratas.

Se suscitó un silencio incómodo que se rompió con el murmullo de "nos insultó Bérenice" por parte de una chica que rodeaba a la pandillera. 

-¡No le hables así! - clamó Luiz a Audrey dejando su puesto.
-Déjalo, sé como resolverlo - le respondió Bérenice -Anton, dame un bote de nieve, por favor.

El chico Maizuradze accedió y Bérenice se acercó a Audrey con una sonrisa y agitando la espuma.

-¿Qué vas a hacer? ¿Llenarme de nieve artificial? Mejor vete de aquí, tonta.
-¿Cómo te llamas?
-Audrey Phaneuf.
-Audrey, mira, que critiques mi actitud o que no te gusten mis amigos pasa; que me llames vulgar es gracioso...
-De pena ajena tu risa.
-Pero que te burles de mis fans que ahora son mis amigas y me llames ramera no te lo permito.
-No llores.
-¿Para qué discutir?

Bérenice abrió el bote y roció nieve artificial a la boca de Audrey, ocasionando que los presentes se alegraran por ese acto. Elliot Cohen ni siquiera disimulaba que no estaba en desacuerdo con la pandillera mientras veía a su compañera limpiarse.

-Bien, voy a portarme de la forma más madura que conozco y no voy a tolerar las agresiones de esta mujer salvaje... Dame dinero, Elliot.
-Audrey, piensa tres veces que vas a hacer.
-Ya lo hice.

Audrey abandonó su lugar y sin pedir permiso agarró un bote con espuma, justo de los que Luiz vendía.

-¿Así que te crees muy chistosa? ¡Trágate esto!

Bérenice Mukhin sintió como su rostro se llenaba de espuma y los ojos se le irritaban; sus admiradoras se apresuraban en empaparla.

-No vuelva a arrojarle nieve a Bérenice o no dudaré en usar mis botes en su contra, señorita - advirtió Luiz.
-¡Elliot, defiéndeme!
-¿No pensarán desatar una guerra de nieve ya?

"¡Guerra de nieve!" gritó Anton y se puso a rociar a todos los niños que se le atravesaban. A Bérenice le pareció una gran idea y aprovechando a sus seguidoras, armó sus propios enfrentamientos contra Audrey, Elliot y todo el mundo. La batalla incluía jugar con los participantes del concurso del falso feo y Bérenice ofrecía tips a sus fans para llamar la atención de aquellos muchachos. 

-Eres bastante genial, Bérenice - dijo Luiz. Ella entonces, se volcó a perseguirlo y llenarlo de espuma, sin olvidar que a las seis tenía una cita con los Liukin en la calle Göetze. 

*Significado de ghetto (el vocablo "gueto" es igualmente correcto):
  Barrio cerrado o aislado en que eran obligados a vivir los judíos en la Edad Media. judería.
  Barrio aislado o cerrado de algunas ciudades de Alemania, Italia y otros países en que fueron obligados a vivir los judíos durante los gobiernos nazi o fascista.
  Barrio o parte de una ciudad en que viven personas de una misma cultura, etnia o procedencia: el gueto negro de Nueva York.

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