Belén, Palestina.
El teniente Maizuradze se hallaba en una cafetería mientras leía con cierto interés el artículo de París Match en el que Carlota Liukin no disimulaba su felicidad por hallarse en en la capital francesa. La expectación por todo lo que ella hiciera era compartida por las niñas que se molestaban si se cambiaba de página.
-¿Puedo saber qué pasa?
-¡Carlota nos encanta!
-¿Cómo supieron de ella?
-¡Por las revistas! Supimos que es famosa ¡y que su novio también es famoso!
-Bueno, eso es cierto pero ¿tienen idea de por qué hablan de esta chica?
-No entendemos francés.
-¿Qué saben de Carlota?
-¡Que patina en hielo y tiene una medalla de oro!
-¿Sólo una? ¿No les dice algo?
-Que va a ganar muchas.
-Tal vez lo haga, lo que no necesariamente significa que pase ¿eh?
-También se ve que usa ropa muy fina y es rica.
-¿Quién se cree esos cuentos?
-Es que parece princesa en las fotos.
Ilya Maizuradze quedó perplejo ante tal argumento, quizás reflexionando en que las pequeñas tenían razón si comparaban sus humildes existencias y pertenencias con la calidad estándar de la vida de la joven Liukin, misma que aun en el mundo exterior eran superior a la que el propio teniente y su familia solían acceder.
-Si quieren, les cuento lo que sé.
-¡Por favor!
-Les confirmaré unas cosas: sí tiene trece años, sí es presumida y sí atiende a los que le piden autógrafos.
-¿Es francesa?
-Casi, ella nació en Tell no Tales pero se tuvo que cambiar de país para practicar lo que le gusta.
-¿Habla inglés?
-Bastante bien, le ayudaba a Anton con su tarea.
-¿Anton?
-Es un amigo suyo, sólo los muy fans lo ubican.
-¿Salió en un comercial?
-No dudo que no tarde en hacerlo.
-¿Usa maquillaje?
-Cuando compite.
-¿La adora todo el mundo?
-Se hace querer.
-¿Su novio Joubert es un príncipe?
-Lamento defraudarlas.
-¿Pero es rockero?
-Eso es más creíble.
-¿Qué podemos hacer para patinar como ella?
-Tomar sus patines y practicar en la plaza.
-¿Por qué Carlota no usa niqab?
-Bueno, ella no es musulmana ni ortodoxa; no sé si en otras religiones usan velos pero su familia es católica así que supongo que ella comparte sus creencias.
-¿Y se lleva con los judíos?
-Oh, oh, qué preguntita… Pero imagino que sí.
-¿Alguna vez vendrá de visita a Belén?
-Es muy difícil, los patinadores no suelen ir a los países en los que no concursan.
-Queríamos que supiera que tiene un fan club con nosotras.
-¿No le han mandado una carta?
-No sabemos a dónde.
El teniente Maizuradze lo pensó un poco: ni siquiera él estaba seguro de la dirección a la cual mandar saludos y Carlota Liukin no se interesaba por las computadoras todavía para abrir un mail, motivo por el que se abstuvo de sugerir alternativas.
-¿Si le ponemos en el sobre que es para ella, cree que la podamos enviar?
-Lamento decir que así no funciona el correo.
-¡Pero todos la conocen!
-No siempre es posible ir contra las reglas.
-¡Lo podemos intentar!
-¿No les preocupa el Mossad?
-No abrirían un paquete.
-Abren todo.
-Les mandamos saludos si quiere.
Él carcajeó enseguida, ni a él se le habría ocurrido semejante gesto ¿de burla o cortesía? con espía alguno y en ese instante no sonaba tan mal.
-¿Qué le enviarán a Carlota Liukin?
-Fotos de nosotras, de cuando la vemos en televisión y las revistas que tenemos.
-¿Ninguna de la ciudad donde viven?
-Es que en todas salen nuestras cabezotas.
-No importa, a ella le agradaría ver cómo es Belén y como la admiran.
-¿Tiene un sobre?
-No, pero pediré una caja.
-¡Así cabrán nuestros regalos!
-¿Cargan con tanta cosa a diario?
-Mientras no sean revistas de chicos, nuestras mamás nos dejan.
-¿Sus padres no dicen algo?
-Que mientras Carlota dé buenos ejemplos, está bien.
-¿Qué quieren decir con “buenos ejemplos”?
-Que no pelee, no haga escándalo, obedezca a su papá y no siga hombres malos.
-Sobre los hombres malos …. Pueden estar seguras de que nadie le permitiría a Carlota Liukin estar del lado de un vago, un impuro o un delincuente.
El teniente Maizuradze sabía que eso último no era posible, no en balde había visto a la jovencita juntarse con su hijo Anton para hacer tonterías y peor, enloquecida de amor por Sergei Trankov.
-Consigamos estampillas, en la oficina de correos de seguro nos darán algo para depositar lo que traen.
-Anotamos nuestros nombres en las fotos.
-Carlota Liukin no sabe árabe.
-Pero tiene asistentes para eso.
-Mejor los traduzco.
El hombre se levantó y dejó en la mesa un billete para saldar su ensalada antes de preguntarse por que ofrecía cierta ayuda y si de forma inconsciente también deseaba avisar a la señorita Liukin de que en aquella parte del mundo un grupo de niñas la admiraba en serio. Más bien, era un ansia de comunicarse con alguien, aunque fuera ella.
-¿Qué le dirán a Carlota?
-¿Usted escribe cuando camina?
-Sí, era normal para mí cuando no había terminado mi tarea escolar en casa.
-¿Le pondría que la amamos y que nos visite y que nos gusta su peinado?
-Desde luego.
-¡Y que deseamos que gane muchas medallas!
-¿Qué hay para los amigos del Mossad?
-Que nos caen bien aunque sean unos metiches.
-¿Les parece bien si decimos “estimados amigos del Mossad, los saludamos aunque metan su narizota en lo que no les importa, entendemos su trabajo y que Allah o Yaveh los proteja”?
-Si leen “Allah” se van a enojar.
-Bueno, sólo Yaveh.
-¿Cree que logremos enviar todo?
-Con saber que Ellie Magazine Israel va incluida, no creo que haya problemas.
-La oficina de correos está allá.
El teniente Maizuradze cruzó la acera hasta un diminuto local que desde hacía días acumulaba la correspondencia de los lugareños, misma que era regresada por las autoridades israelíes después de escudriñar hasta los bordes de papel que la mantenían cerrada. La mayoría de los mensajes iban dirigidos a Gaza y Jerusalén Este, con la esperanza de recibir noticias de parientes o amigos.
-Buenas tardes ¿qué se les ofrece?
-Señorita, venimos a mandar un paquete.
-¿Dónde está?
-¿Tiene una caja?
-Hay varias por aquí, ésta servirá si no va a meter mucho.
-Un par de revistas y fotos.
-¿Trae estampilla?
-Compraré una, es para correo internacional.
-Entonces su paquete nunca saldrá.
-¿Sabe por qué?
-El gobierno de Israel ha bloqueado los envíos hasta que haya bajado la amenaza terrorista.
-Por favor, nadie es tan idiota como para atacar alguna ciudad fuera del muro.
-Ellos dicen que somos terroristas suicidas, aunque han sido hechos aislados.
-Supongo que haré el esfuerzo por pasar con esto en Jerusalén.
-¿Hará fila?
-Tengo una tarjeta del Gobierno Mundial.
-Si mi esposo tuviera una…
-Perdón.
-¿Algo más en que pueda servir?
-Así está bien, de todas formas gracias.
Ilya Maizuradze abandonó la oficina junto a las chiquillas y con desenfado se sentó en la banqueta mientras ellas lo rodeaban.
-Entonces ¿usted va a Israel?
-No precisamente.
-Es que tenemos amigas allá y nunca podemos escribirles.
-Eso debe cambiar.
-A una de ellas la castigaron por mandarnos pósters.
-¿De verdad?
-Es que ella se llama Claudette Milman y es judía. Vive en Tel Aviv.
-¿Cómo la contactaron?
-Uno de nuestros hermanos tiene un café internet y nos ayudó a abrir un foro de fans de Carlota. Claudette se unió y otras niñas la siguieron, pero a ella la descubrieron y no sabemos qué le pasó.
-Puedo mandarle un mensaje aprovechando que voy para allá. Denme su dirección y escríbanle, confíen en mí.
El grupo comenzó entonces a dictar una serie de frases del tipo “te extrañamos”, “esperamos que puedas ir a Bompard” y “te queremos mucho” mientras alistaban una muñeca de trapo y una cajita como muestra de su cariño.
-¡Maizuradze! ¿Ahora qué te traes? - dijo un hombre al encontrarlo.
-Niñas, les presento a mi amigo…. A Vladimir Putin pero le pueden llamar “tío Vlad”.
-¿Qué haces?
-Quieren que lleve sus mensajes al mundo exterior.
-¿Para quiénes?
-A una chica de Tel Aviv y a Carlota Liukin.
-No me recuerdes a esa insolente.
-Cállate, hay niñas presentes.
-Da igual.
-Casi nos vamos, lo prometo.
-Qué bueno porque en Moscú nos esperan unos cuantos papeles.
-¿Por qué no te relajas?
-Corremos peligro.
-Es un muro, no una bomba.
-La que no ha caído por el favor de alguien.
-Ambas partes entenderán que los enemigos son quienes quieren verlos peleándose.
-¿Ves este reloj? Cuando lo tire a la basura, eso pasará.
-Soy optimista.
-Nos espera un convoy en el desierto.
-No voy a tomar camino hoy.
-Se te agotan los permisos.
-Hay mensajes que enviar.
El teniente Maizuradze volvió a su redacción y corrigió todo lo que las niñas pedían asegurándose de no afectar la oración de las cinco ni que nadie se ofendiera por ser cortés con ellas, pero no era necesario. Con sólo pronunciar “Carlota Liukin” una y otra vez, cualquiera sacaba una sonrisa.
El teniente Maizuradze se hallaba en una cafetería mientras leía con cierto interés el artículo de París Match en el que Carlota Liukin no disimulaba su felicidad por hallarse en en la capital francesa. La expectación por todo lo que ella hiciera era compartida por las niñas que se molestaban si se cambiaba de página.
-¿Puedo saber qué pasa?
-¡Carlota nos encanta!
-¿Cómo supieron de ella?
-¡Por las revistas! Supimos que es famosa ¡y que su novio también es famoso!
-Bueno, eso es cierto pero ¿tienen idea de por qué hablan de esta chica?
-No entendemos francés.
-¿Qué saben de Carlota?
-¡Que patina en hielo y tiene una medalla de oro!
-¿Sólo una? ¿No les dice algo?
-Que va a ganar muchas.
-Tal vez lo haga, lo que no necesariamente significa que pase ¿eh?
-También se ve que usa ropa muy fina y es rica.
-¿Quién se cree esos cuentos?
-Es que parece princesa en las fotos.
Ilya Maizuradze quedó perplejo ante tal argumento, quizás reflexionando en que las pequeñas tenían razón si comparaban sus humildes existencias y pertenencias con la calidad estándar de la vida de la joven Liukin, misma que aun en el mundo exterior eran superior a la que el propio teniente y su familia solían acceder.
-Si quieren, les cuento lo que sé.
-¡Por favor!
-Les confirmaré unas cosas: sí tiene trece años, sí es presumida y sí atiende a los que le piden autógrafos.
-¿Es francesa?
-Casi, ella nació en Tell no Tales pero se tuvo que cambiar de país para practicar lo que le gusta.
-¿Habla inglés?
-Bastante bien, le ayudaba a Anton con su tarea.
-¿Anton?
-Es un amigo suyo, sólo los muy fans lo ubican.
-¿Salió en un comercial?
-No dudo que no tarde en hacerlo.
-¿Usa maquillaje?
-Cuando compite.
-¿La adora todo el mundo?
-Se hace querer.
-¿Su novio Joubert es un príncipe?
-Lamento defraudarlas.
-¿Pero es rockero?
-Eso es más creíble.
-¿Qué podemos hacer para patinar como ella?
-Tomar sus patines y practicar en la plaza.
-¿Por qué Carlota no usa niqab?
-Bueno, ella no es musulmana ni ortodoxa; no sé si en otras religiones usan velos pero su familia es católica así que supongo que ella comparte sus creencias.
-¿Y se lleva con los judíos?
-Oh, oh, qué preguntita… Pero imagino que sí.
-¿Alguna vez vendrá de visita a Belén?
-Es muy difícil, los patinadores no suelen ir a los países en los que no concursan.
-Queríamos que supiera que tiene un fan club con nosotras.
-¿No le han mandado una carta?
-No sabemos a dónde.
El teniente Maizuradze lo pensó un poco: ni siquiera él estaba seguro de la dirección a la cual mandar saludos y Carlota Liukin no se interesaba por las computadoras todavía para abrir un mail, motivo por el que se abstuvo de sugerir alternativas.
-¿Si le ponemos en el sobre que es para ella, cree que la podamos enviar?
-Lamento decir que así no funciona el correo.
-¡Pero todos la conocen!
-No siempre es posible ir contra las reglas.
-¡Lo podemos intentar!
-¿No les preocupa el Mossad?
-No abrirían un paquete.
-Abren todo.
-Les mandamos saludos si quiere.
Él carcajeó enseguida, ni a él se le habría ocurrido semejante gesto ¿de burla o cortesía? con espía alguno y en ese instante no sonaba tan mal.
-¿Qué le enviarán a Carlota Liukin?
-Fotos de nosotras, de cuando la vemos en televisión y las revistas que tenemos.
-¿Ninguna de la ciudad donde viven?
-Es que en todas salen nuestras cabezotas.
-No importa, a ella le agradaría ver cómo es Belén y como la admiran.
-¿Tiene un sobre?
-No, pero pediré una caja.
-¡Así cabrán nuestros regalos!
-¿Cargan con tanta cosa a diario?
-Mientras no sean revistas de chicos, nuestras mamás nos dejan.
-¿Sus padres no dicen algo?
-Que mientras Carlota dé buenos ejemplos, está bien.
-¿Qué quieren decir con “buenos ejemplos”?
-Que no pelee, no haga escándalo, obedezca a su papá y no siga hombres malos.
-Sobre los hombres malos …. Pueden estar seguras de que nadie le permitiría a Carlota Liukin estar del lado de un vago, un impuro o un delincuente.
El teniente Maizuradze sabía que eso último no era posible, no en balde había visto a la jovencita juntarse con su hijo Anton para hacer tonterías y peor, enloquecida de amor por Sergei Trankov.
-Consigamos estampillas, en la oficina de correos de seguro nos darán algo para depositar lo que traen.
-Anotamos nuestros nombres en las fotos.
-Carlota Liukin no sabe árabe.
-Pero tiene asistentes para eso.
-Mejor los traduzco.
El hombre se levantó y dejó en la mesa un billete para saldar su ensalada antes de preguntarse por que ofrecía cierta ayuda y si de forma inconsciente también deseaba avisar a la señorita Liukin de que en aquella parte del mundo un grupo de niñas la admiraba en serio. Más bien, era un ansia de comunicarse con alguien, aunque fuera ella.
-¿Qué le dirán a Carlota?
-¿Usted escribe cuando camina?
-Sí, era normal para mí cuando no había terminado mi tarea escolar en casa.
-¿Le pondría que la amamos y que nos visite y que nos gusta su peinado?
-Desde luego.
-¡Y que deseamos que gane muchas medallas!
-¿Qué hay para los amigos del Mossad?
-Que nos caen bien aunque sean unos metiches.
-¿Les parece bien si decimos “estimados amigos del Mossad, los saludamos aunque metan su narizota en lo que no les importa, entendemos su trabajo y que Allah o Yaveh los proteja”?
-Si leen “Allah” se van a enojar.
-Bueno, sólo Yaveh.
-¿Cree que logremos enviar todo?
-Con saber que Ellie Magazine Israel va incluida, no creo que haya problemas.
-La oficina de correos está allá.
El teniente Maizuradze cruzó la acera hasta un diminuto local que desde hacía días acumulaba la correspondencia de los lugareños, misma que era regresada por las autoridades israelíes después de escudriñar hasta los bordes de papel que la mantenían cerrada. La mayoría de los mensajes iban dirigidos a Gaza y Jerusalén Este, con la esperanza de recibir noticias de parientes o amigos.
-Buenas tardes ¿qué se les ofrece?
-Señorita, venimos a mandar un paquete.
-¿Dónde está?
-¿Tiene una caja?
-Hay varias por aquí, ésta servirá si no va a meter mucho.
-Un par de revistas y fotos.
-¿Trae estampilla?
-Compraré una, es para correo internacional.
-Entonces su paquete nunca saldrá.
-¿Sabe por qué?
-El gobierno de Israel ha bloqueado los envíos hasta que haya bajado la amenaza terrorista.
-Por favor, nadie es tan idiota como para atacar alguna ciudad fuera del muro.
-Ellos dicen que somos terroristas suicidas, aunque han sido hechos aislados.
-Supongo que haré el esfuerzo por pasar con esto en Jerusalén.
-¿Hará fila?
-Tengo una tarjeta del Gobierno Mundial.
-Si mi esposo tuviera una…
-Perdón.
-¿Algo más en que pueda servir?
-Así está bien, de todas formas gracias.
Ilya Maizuradze abandonó la oficina junto a las chiquillas y con desenfado se sentó en la banqueta mientras ellas lo rodeaban.
-Entonces ¿usted va a Israel?
-No precisamente.
-Es que tenemos amigas allá y nunca podemos escribirles.
-Eso debe cambiar.
-A una de ellas la castigaron por mandarnos pósters.
-¿De verdad?
-Es que ella se llama Claudette Milman y es judía. Vive en Tel Aviv.
-¿Cómo la contactaron?
-Uno de nuestros hermanos tiene un café internet y nos ayudó a abrir un foro de fans de Carlota. Claudette se unió y otras niñas la siguieron, pero a ella la descubrieron y no sabemos qué le pasó.
-Puedo mandarle un mensaje aprovechando que voy para allá. Denme su dirección y escríbanle, confíen en mí.
El grupo comenzó entonces a dictar una serie de frases del tipo “te extrañamos”, “esperamos que puedas ir a Bompard” y “te queremos mucho” mientras alistaban una muñeca de trapo y una cajita como muestra de su cariño.
-¡Maizuradze! ¿Ahora qué te traes? - dijo un hombre al encontrarlo.
-Niñas, les presento a mi amigo…. A Vladimir Putin pero le pueden llamar “tío Vlad”.
-¿Qué haces?
-Quieren que lleve sus mensajes al mundo exterior.
-¿Para quiénes?
-A una chica de Tel Aviv y a Carlota Liukin.
-No me recuerdes a esa insolente.
-Cállate, hay niñas presentes.
-Da igual.
-Casi nos vamos, lo prometo.
-Qué bueno porque en Moscú nos esperan unos cuantos papeles.
-¿Por qué no te relajas?
-Corremos peligro.
-Es un muro, no una bomba.
-La que no ha caído por el favor de alguien.
-Ambas partes entenderán que los enemigos son quienes quieren verlos peleándose.
-¿Ves este reloj? Cuando lo tire a la basura, eso pasará.
-Soy optimista.
-Nos espera un convoy en el desierto.
-No voy a tomar camino hoy.
-Se te agotan los permisos.
-Hay mensajes que enviar.
El teniente Maizuradze volvió a su redacción y corrigió todo lo que las niñas pedían asegurándose de no afectar la oración de las cinco ni que nadie se ofendiera por ser cortés con ellas, pero no era necesario. Con sólo pronunciar “Carlota Liukin” una y otra vez, cualquiera sacaba una sonrisa.
En 2015 se termina la sexta temporada pero hay más que contar y novedades que mostrar; pero por compartir, leer, sugerir y estar al pendiente del blog este 2014, les doy las gracias.
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