domingo, 21 de enero de 2018

Una hermosa vista de Venecia (Temporada nueve)


Italia:

En horas siguientes a la aparición del diablo, el ángel de la muerte que resguardaba Venecia comenzó a contar a sus fantasmas. Muchos aun temblaban de pánico y los desaparecidos habían manchado el suelo de ceniza; otro espíritu se arrastraba diciendo "se llevó a mi bebé" y la ahorcada de Ghetto Vecchio comenzó a penar junto con otras almas que se arrepentían de cometer suicidio o apenas se enteraban de su muerte. Irritado, el ángel tachó de su lista a los que no aparecían y extendió su mano a Elena Martelli para volver a colocarla en su roca y curiosamente, sentir lástima por ella. La niña, convertida en sirena, sólo podía esperar hasta el día del juicio para dejar su condena; la ironía de que sus adornos de oro no le permitieran nadar le provocaba dolores que se quitaban cuando se recostaba y como ese castigo era excesivo, el ángel cambió la prenda por una de cristales y perlas más ligeras. Quiso decirle algo pero recordó que tenía prohibido abrir la boca y de todas formas, no sería útil porque no era precisamente muy sensible. Siglos vigilando a tantos fantasmas crueles jamás lo prepararon para lidiar con los escasos buenos.

Por otro lado, el agua continuaba roja en algunas partes, como el Rio de San Stae en el que estaba prohibido navegar, siendo el sitio con mayor número de víctimas fatales. Los buzos no querían arriesgarse y preferían que la corriente se llevara los cadáveres a la Salizada San Stae del Gran Canale y de paso la sangre, que era bastante espesa. Los caribinieri vigilaban estrictamente que nadie se arrojara a los canales y la labor de limpieza en el Rio Fontega del Tuchi mantenía alejados a los vecinos de San Polo. En el barrio de Giudecca, el forense levantaba los cuerpos de cuatro muchachas que se habían arrojado de los campanarios de las iglesias y en San Marco, se recuperaba el casquillo de la bala que había matado a una monja frente al Istituto Marco Polo y otros doce cuerpos más repartidos entre Rio delle Feralli, Rio del Veste, Rio del Santissimo y Rio del Duca. En Santa Croce únicamente hubo dos muertes y en Cannaregio se hallaban otras cinco; de la playa de Lido reportaban ocho y Dorsoduro siete.

-"De nuevo Venecia consterna al país: Ola de suicidios esta mañana arroja cincuenta y seis víctimas y diez personas con heridas graves" - reportaba el noticiero nacional y en los enlaces, podía verse como las gaviotas se negaban a acercarse al agua y los peces huían rumbo al mar o la laguna. Se decía que la gente exigía limpieza del drenaje y lo cierto, era que el suministro de agua se había suspendido hasta nuevo aviso ¿Pero qué se decía del cielo verde? Nada y es que era tan inusual que fuera del Véneto se tomaría como detalle sensacionalista.

Los Liukin en cambio, no se quedaron a ver como rescataban el cuerpo de una mujer de Rio Terá Lista di Spagna. Al contrario, se fueron a Mestre a pasar la noche. La muchedumbre preguntaba, nada más llegar a la estación de tren, qué había ocurrido y las posadas se llenaban de venecianos aterrados en lugar de turistas que querían todo barato. Los Liukin acabaron en una pizzería luego de haber tomado urgentes duchas además de tirar la ropa que traían puesta y que estaba impregnada del olor a cadáver.

-Perdí el apetito - confesó Tennant antes de salir del local.
-Más para mí - dijo Adrien y Miguel también aprovechaba para comer extra sin que nadie le preguntara porque lucía rasguños en su rostro. Yuko en cambio veía el televisor y a Carlota Liukin con el estómago revuelto, consciente de que la familia no imaginaba que había estado a segundos de perderla.

-Yuko ¿está bien? - inquirió Ricardo.
-Sí, sólo un poco angustiada - y acto seguido abrazó a Carlota, que desconcertada, le hizo el gesto a su padre de que la apartara.

-Yuko ¿podría ir por Tennant, por favor?
-Claro, señor.
-Debemos buscar un lugar para dormir y no quiero que nadie se separe.
-¿Va a pedir la cuenta?
-Yo creo que sí; los demás, acábense todo.

Carlota llevó un enorme trozo de pizza a su boca y su padre la apretó enseguida también, aliviado. La gente los miraba con insistencia y era por el escándalo y la tensión con la que hablaban, lo que hacía suponer que habían visto algo de sobra impactante. Los Liukin no se daban cuenta de que chocaban sus tenedores contra el plato y temblaban al momento de tomar una botella con cerveza o jugo de uva.

-¿Ya nos vamos? - dijo Tennant al volver de mala gana.
-Necesitamos un sitio para dormir y que nadie siga por su lado.
-De acuerdo, señor Liukin.
-Cuando creí que París me estresaba, Venecia dice "mira".
-¿Nos mudaremos otra vez?
-No tengo dinero, no puedo ordenárselos.
-Me gustaría ir a Roma.
-Creo que a todos. Come algo, Tennant.

El muchacho obedeció sin muchas ganas y luego miró a Andreas, el único despreocupado del grupo y que parecía tener algo más que hacer que estar con ellos. Sabían que tenía una nueva novia y seguramente ya planeaba verla, sobretodo porque también había ido a Mestre.

-Me pregunto con qué dinero la vas a invitar a salir.
-Carlota me hizo un préstamo.
-No, en serio.
-Conseguiré un trabajo, Ricardo.
-¿Sabes hacer algo?
-Le enseñé a Carlota a surfear.
-Ah, qué util ¿Y dónde consigues un puesto?
-El fin de semana hay una competencia en Lido, pagan quinientos.
-Qué maravilla ¿lo dices de verdad? Ya hablamos de esto, Andreas.
-¿Qué vas a hacer? ¿Recoger mi tabla como los patines de Carlota?
-Tienes prohibido ir.
-¿Me importa?
-No seas insolente.
-No te metas en lo que no te importa.
-¡Siéntate!
-Prefiero dormir en la calle antes que seguir soportándote.
-Adelante.
-Se ven.
-¡Regresa aquí!
-¡No me toques!
-¡Andreas!

Carlota se levantó para calmar a ambos.

-Haremos lo que digas, papá.
-Carlota ¿estás de su lado?
-Andreas, cierra la boca.
-¿Desde cuándo obedeces a Ricardo?
-Digamos que no puedo negociar.
-Oye niña, tus patines están en tu maleta y hay una pista pública cerca de tu escuela; apuesto a que él nunca te dijo.
-¿Hay qué?
-Yo me largo, tú puedes seguir fingiendo que serás una idiota.
-¡No soy idiota!
-Me quedó clarísimo en Mónaco, ni tiempo perdiste con Marat.
-¿A qué te refieres?
-Digamos que es la clase de cosa que a papá nunca le dirás.
-¿De qué hablas? ¡Andreas, regresa! - gritó Carlota y fue tras su hermano mientras Ricardo también exclamaba "¡Me van a explicar que pasa aquí!". Yuko, Adrien, Tennant y un hambriento Miguel no se movieron, suficiente espectáculo habían dado ya.

En la calle, Carlota y Ricardo llamaban a Andreas a gritos sin reparar en que se habían alejado bastante y al darse cuenta, no imaginaron como volver a la pizzería. Andreas continuaba cerca para su fortuna y parecía tener mucha idea de a dónde ir puesto que se detuvo en la esquina de una calle muy transitada, donde una chica aguardaba por él.

-¿Esa es la novia de Andreas? - preguntó Carlota y Ricardo entendió de golpe. La joven era de tez morena, curvilínea, de abundante cabellera negra y ojos grises, era una surfer como Andreas y tenía unos labios carnosos que el chico no dejaba de mirar. No importaba su rostro cuadrado o que fuera más bajita que Carlota, la pequeña Levina Coquerel era decididamente diferente a otras mujeres que le gustaban al hijo mayor de los Liukin y la que usaba ropa más corta y sencilla.

-Si un día usas minifalda y top, jura que no sales, Carlota.
-¿Por qué?
-De menos ya se colocó la chaqueta, vamos a saludar.
-¿Qué tiene qué ver lo de la ropa? No entiendo.

El hombre sujetó la mano de su hija y atravesaron apenas el semáforo se colocó en rojo.

-¡Andreas! No te adelantes tanto, tu hermana no camina rápido - pretextó Ricardo.
-Ah... ¿Qué pasa?
-Señorita, soy Ricardo Liukin, el padre de Andreas - extendiendo la mano - Un placer conocerla, me habló de usted.

La muchacha sonrió.

-¿Lo hizo?
-Por supuesto, me alegra saber por qué.
-Levina Coquerel, mucho gusto, señor.
-Le dije a Andreas que era muy pronto para conocerla pero insistió.
-Eso es lindo.
-Oh, claro, mi hija Carlota.
-A ella ya la había visto, hola.
-¿Se presentaron antes?
-La vi en la colecta por Tell no Tales.
-Muy bien.
-Andreas dijo que me llevaría al mirador aquí en Mestre.
-Qué curioso, nosotros también iremos.
-No sabía que son tan unidos.
-Tan unidos que empalagamos.
-Mis padres estarán más tranquilos.
-Por supuesto, tienes un novio considerado.

Levina volvió a reír y Andreas miró a su padre con gran molestia. Carlota por su cuenta llamó a Miguel y luego de decirle a dónde iría, quedó establecido que los demás los alcanzarían en un sendero a las afueras de Mestre.

-Iremos a apartar un buen lugar, he oído que la luna se ve mejor desde aquí - añadió Ricardo y siguió a Levina y Andreas rumbo a San Giuliano, una vía muy cercana a esa ciudad pequeña, junto a un corredor industrial.

-No confío en ella - dijo el señor Liukin al oído de Carlota.
-¿Por qué?
-Nos aceptó sin decir nada, creo que se va a escapar con Andreas.
-No es cierto.
-Observa y aprende.

Ricardo entonces se colocó entre Andreas y Levina y puso a Carlota junto a su hermano, que al verla se atrevió de nuevo a decir que era una cucaracha.

-¡No soy una cucaracha!
-Todo invades.
-¡No es mi culpa!
-Cucarachita, yo que tú me iba de aquí.
-¿Por qué?
-Es que si le digo a Ricardo lo que se te ocurrió hacer en Mónaco, Marat es hombre muerto y tú te quedas en un convento hasta anciana.
-¿Qué me quieres decir?
-¿Tu pregunta es en serio?
-Papá me vigiló todo el tiempo y supo siempre a dónde iba.
-Por eso la hermana de Marat llamó tan preocupada.
-¿Qué?
-Me hice pasar por Ricardo antier, me la debes.
-¿Qué habló Dinara contigo?
-Le respondí que te dejé sola un par de veces con Marat en las últimas semanas, tienes suerte de que Ricardo aun crea que eres inocente en ciertas cosas.
-No comprendo nada ¿Dinara cree que besé a su hermano?
-Sí, besado.
-No, no, nunca hice eso.
-Claro que no, sólo aprovechaste tu oportunidad.
-¿Oportunidad de qué?
-Síguete haciendo tonta, cucaracha.

Carlota se desconcertó y se atrasó un momento: ¿por qué Dinara había llamado? ¿Qué le habían dicho de ella y Marat? ¿Había sido por el sushi después de la beneficencia o algún rumor malintencionado del que no estaba enterada? Pero Andreas, que la conocía bien, se sorprendió de su reacción.

-¡Eh cucaracha! ¿Te vas a quedar ahí? - exclamó el chico y Carlota avanzó sin dar más importancia a la charla, seguro se trataba de una tontería. El camino a San Giuliano no era muy agradable y era mejor no protestar por seguir el ritmo de los demás.

El mirador de Mestre se hallaba al oriente, entre dos senderos cubiertos con fábricas a las orillas de la Laguna di Venezia. Como se puede suponer, era un terreno alto, cubierto por tierra húmeda y pastos mal cuidados y secos, en donde se respiraba el aire más dudoso de toda la zona. Según Levina, las fábricas de Mestre eran envasadoras de alimentos, distribuidoras de acero y astilleros. El logo de Industrias Izbasa resaltaba muy bien a la distancia junto a una planta de leche y en el otro lado aun se oía el sonido de las láminas listas para cortar. No parecía un sitio romántico pero la vista a Venecia era inigualable, como algo que es más bello desde afuera.

-Necesito una foto de esto - expresó Carlota y enseguida la tomó, creyendo que el atardecer se iría pronto. Algunas luces en Venecia estaban encendidas y sólo se veía el ferry funcionar pero vacío. En la zona rumbo a Mestre no había ninguna escena que lamentar.

-Qué día tan difícil - murmuró Ricardo.
-Mi madre dice que hubo psicosis colectiva, no sé.
-¿Es psicóloga?
-Ve demasiados programas médicos.
-Levina ¿cómo conoció a Andreas?
-En la playa, es un buen surfista.
-¿Estudias?
-Restauración y también surfeo.
-No piensas dedicarte a eso.
-Hay buscadores por todos lados y este sábado Andreas y yo competimos  ¿pagan quinientos? Algo así.
-Como hobbie está bien.
-A Andreas y a mi nos apasiona, lo demás no importa.

Carlota quedó boquiabierta y miró a su padre, que se contenía y mejor bajaba su cabeza para no hacer notar tanto su desaprobación. Levina no era de su agrado.

-Creí que sólo querías impresionarla - susurró Ricardo al oído de Andreas pero el chico se encogió de hombros y eligió sentarse junto a su novia en una orilla, ignorando a los demás.

-Papá ¿estás bien? - dijo Carlota.
-Espero que tú comiences a tomarte las cosas en serio.
-¿Estás enojado?
-Me entero de que volviste a ayudar a Andreas a salir para el surf o de que se te ocurre tomar los patines y en serio, ambos se arrepienten.
-¿Yo que tengo que ver?
-Eres igual que Andreas o peor... Sí, peor.
-¿Ahora qué hice?

Carlota no recibió ninguna respuesta y se quedó cruzando los brazos e inflando las mejillas, como en cada ocasión que la regañaban injustamente.

Con el atardecer culminando, la gente iniciaba su arribo al mirador. Contrario a lo que Ricardo pensaba, llegaban algunas familias de Mestre a observar Venecia, más por curiosidad que otra razón. A lo lejos se veían los botes de los carabinieri y muchos suponían que patrullaban en la búsqueda de otra suicida o evitando que más gente intentara alejarse esa noche. Los turistas se habían ido a Jessolo y los cruceros estaban detenidos en Lido sin dejar a nadie salir; los que se hallaban como los Liukin en Mestre eran afortunados de regresar en un par de jornadas y no saber nada mientras el ayuntamiento ordenaba la limpieza general y el olor a fauna muerta cedía por otro que se parecía al licor de Giampero Boccherini pero Carlota sabía que él se hallaba con los buzos y tal vez el trabajo le había hecho olvidar que necesitaba un trago. Aunque parecían dos sucesos aislados, ella tenía en mente que los suicidios y el crimen Martelli estaban ligados de alguna forma pero no quería encontrar esa coincidencia que resolviera todo y menos consideraba que fuera coherente, de algún lado había sacado tal idea y por más que trataba, sólo pensaba en ese cielo verde que aun le enchinaba la piel en mala forma.

-Tu hermana es muy seria, Andreas - dijo Levina.
-Claro que no, siempre está pensando en sus novios.
-¿En serio? ¿Cuántos ha tenido?
-Como cuatro.

Carlota empezó a reír sin desmentir nada hasta que reparó en Tennant aproximándose con Yuko y Adrien. Miguel había ido por una linterna y llegaría pronto.

-¿Esa es la novia de Andreas? - exclamó el chico cuando se colocó junto a Carlota.
-Se llama Levina.
-Es preciosa.
-También te mandará al diablo.
-Lo sé pero es muy guapa, creí que a tu hermano le gustaban las rubias.
-Alguna vez iba a cambiar.
-También tú cambiaste, pasaste del rubio Trankov al bronceado Marat.
-¿Qué tienen todos con Marat?
-Sospechamos que lo besaste.
-¡Ah! Eso era, con razón Dinara se volvió loca.
-¿Por la llamada?
-¿Tú sabías y yo no?
-Vicio de bartender.
-¿Cómo te enteraste?
-Me quedé en que no me hablabas.
-Pues ya te perdoné.
-¿Cuándo?
-Estoy de buenas.
-De acuerdo.
-Molestabas con Marat, eso no me gustó.
-Odiaba verte con él y cuando lo perseguiste me dieron celos.
-No se de qué.
-Creo que lo amas.
-No, es mayor que yo, ya es tenista, yo estoy en secundaria.
-Jajajaja, no te importaba con Trankov.
-Conozco más a Marat que a Trankov y no me emociona pensar en esos dos.
-¿Te golpeaste la cabeza?
-¡Tennant!
-Me impresionas, tardaste tanto con Edwin.
-Cállate, qué pena.
-Usted y yo aun tenemos un asunto pendiente de Hammersmith.
-Sí, claro.

Carlota se incorporó risueña, rechazando a Tennant amigablemente y se acercaba a la orilla para poder ver mejor Venecia. El joven Lutz en cambio, prefería no dejarla sola y se le aproximó enseguida.

-¿No recuerdas que pasó esta mañana?
-¿Lo del cielo verde?
-Exacto.
-No lo sé, Tennant, me impresioné tanto que me desmayé; eso dicen todos.
-¿Qué estabas haciendo?
-Salí de la clase de literatura, la maestra dijo que fuéramos al patio y no recuerdo más.
-Me asusté por ti.
-¿Por qué?
-Es mejor que no recuerdes.

Carlota iba a preguntar si Tennant sabía algo cuando este colocó su saco sobre los hombros de ella y añadió:

-Cuando llamaron a tu padre, él pensó que estabas mal y yo me alegré de que no tuvieras que enterarte de todo; creí que no te vería más.
-No exageres.
-Ojalá asi fuera.
-Me recuperé rápido.
-Es que jamás te vi tan indefensa...

Tennant se reprimió y Carlota creyó entenderlo; Trankov también la había mirado vulnerable luego de ese desfile dónde él era una estrella.

-Entonces, Trankov es el pasado.
-Algo así.
-¿Guillaume?
-Mi mejor amigo.
-¿Y Anton?
-Mi otro mejor amigo.
-Ah ¿pero no amabas a Guillaume?
-Es gay.
-Jajajaja, era tan obvio.
-Lo quiero.
-Al menos nunca te romperá el corazón.
-Aleluya.
-Y yo.... Soy tu amigo.
-No, Tennant, no confío en ti.
-¿Qué tengo que hacer para cambiarlo?
-Perdiste tu oportunidad desde el principio.
-No lo creo.
-Además, eres un papanatas, adiós.

Carlota se alejó de Tennant y prefirió ver sola el anochecer, no obstante Yuko insistiera a momentos en estar con ella. Ricardo por su lado, intentaba jugar con Adrien e inútilmente trataba de resolver un cubo de rubik que al niño le tomaba poco tiempo descifrar.

La luna se veía sobre Venecia cuando Levina y Andreas por fin parecían conversar sobre algo importante. Ella había dejado de sonreír y él prestaba atención como pocas veces. A Carlota le intrigó aquello y aunque no quería ser chismosa, se situó al lado de ellos, sigilosa. Había una fogata por ahí pero no alumbraba mucho y mientras los demás se contaban rumores e historias extraordinarias sobre lo acontecido en la mañana, la chica se enteraba de algo que enfadaría a su padre.

-"¿Andreas tiene un contrato? ¿Cuándo pasó?" - pensó y Levina hablaba de un supuesto patrocinador interesado en verla el sábado luego de mandar un video reciente de una competencia en Jessolo que no "había estado tan mal".

-Le pagaré a Carlota lo que le debo - dijo Andreas.
-¿Le debes dinero a tu hermanita?
-Mi mesada es ridícula con lo que le dan a ella.
-¿Cuánto recibe?
-No tengo idea pero gasta demasiado y siempre le sobra; ya no pienso pedirle nada.
-Si nos va bien, le puedes comprar unos patines nuevos.
-Olvidarme de ella también.
-No seas cruel.
-Me caía mejor cuando hacía lo que quería.
-Está obedeciendo a tu padre.
-Obedeciendo, claro.
-Mejor eso a que Marat sea hombre muerto.
-Carlota hace cosas épicas pero ahora...
-Creo que le sigue la corriente a tu padre en lo que se las arregla para ir a la pista que le encontraste en San Marco.
-Puse el folleto en su maleta, no es mi problema si no lo ve.
-¿Qué harás para no faltar el sábado?
-Me escaparé, siempre lo hago.
-Un día de van a enterar.
-Haré algo para salir de casa.
-Sólo no tardes.

Levina besó a Andreas y Carlota volvió a separarse, sin discreción. Ambos supieron que ella había escuchado todo pero luego se dedicaron a conversar de cualquier cosa.

-¿Te hicieron enojar, bonita? - preguntó Tennant al volver cerca de Carlota.
-No vuelvas a decirme eso.
-Perdón.
-¿Ya llegó Miguel?
-No ¿para qué lo quieres?
-Para que no me hables.
-¿Otra vez estás enojada conmigo?
-No.
-No entiendo.
-Tennant, estoy enojada y no sé por qué.
-¿Celos de Andreas?
-Obvio que no.
-¿Odias a su novia?
-Mucho menos.
-¿Es por el contrato?
-¿Cómo te enteras de todo y yo no?
-He estado con Andreas estos días, me presentó a sus amigas.
-¿Qué le ofrecieron a Andreas?
-Una marca de shorts quiere que él lleve sus productos cuando surfea, le pagarán como dos mil al mes.
-No es mucho.
-Pero es algo y el sábado Levina y él quieren convencer al publicista de una compañía de tablas.
-Si Andreas gana, se irá.
-Él es profesional, Carlota ¿creías que iba a esperar más tiempo?
-En Tell no Tales rechazó a una marca de gorras.
-Porque Gwendal no lo apoyó con el snowboard y mejor se movió por su cuenta.
-Nunca nos dijo.
-¿Para qué? ¿Para que tu padre se meta?
-¡Tennant!
-La gente de los shorts lo sigue desde París y como yo lo veo, hizo bien en firmar antes de irnos a Burano.
-¡Tres semanas! Papá lo va a matar.
-El señor Liukin no va a meter las manos, es un hecho.
-Tengo que hacer algo...
-Nada.
-Es mi hermano.
-No es tu problema.
-Andreas es un idiota.
-Carlota, eso tampoco te compete.
-Es que lo conozco, siempre echa a perder todo.
-Pues regresará, se disculpará y le dirás que es un tarado pero no ahora.

Carlota miró al piso.

-Si Andreas te preocupa, díselo.
-Es que ya decepcionamos mucho a papá.
-Lo seguirán haciendo ¿tú crees que estaría muy contento de saber que te besaste con Marat?
-Eso nunca sucedió.
-Dinara y Andreas te vieron.
-¿Cuándo?
-En Mónaco después de que nos atacó ese loco.
-Marat me encontró pero no pasó nada.
-Yo te creo pero Marat nunca se te despegó y nos peleamos por él, Carlota.
-Pero no ocurrió nada.
-Tranquila.
-Es que Andreas podría contarme todo como antes.
-Nada es como antes y Andreas sabe que es ahora o nunca.

Carlota no pudo más y comenzó a llorar sin permitir que Tennant la consolara. En vez de eso, eligió alejarse del grupo y colocarse en otra orilla para tratar de entender lo que ocurría; no obstante terminara siendo muy obvia para Levina y Andreas. Él entonces, supo que era necesario hablar con su hermana.

-Tennant te acabó de contar.
-Andreas, no te vayas.
-Lo tengo que hacer alguna vez.
-¡Ni siquiera me dijiste!
-¿Para qué? No son tus cosas.
-¡Andreas!
-Cucaracha, ya tomé una decisión, me gusta el surf y me quiero dedicar a eso, ya lo sabías.
-No te puedes ir ahora.
-¿Por qué no?
-Papá nos necesita.
-Es verdad.
-¿Entonces?
-Yo debo hacer lo que quiero.
-¿Justo ahora?
-Levina y yo podemos encontrar un buen sponsor.
-¿Es por ella?
-No, Carlota, esto es algo que siempre he deseado.
-Papá se enfadará.
-¿Y? De todas formas nunca está contento.
-No puedes hacerle eso.
-Ya se lo hice Carlota y creo que tú también deberías.
-No me cambies el tema.
-Carlota, no se si sirva pero Haguenauer también llamó.
-¿Qué quiere?
-Te ha estado buscando desde que nos fuimos de París y ayer le di nuestra dirección.
-¿Cómo logras interceptar a la gente en el teléfono?
-Siempre lo he hecho, no voy a cambiarlo.
-Está bien ¿qué dijo?
-Te ve el lunes en San Marco, le dije que necesitas unos botines extra.
-¿Por qué hiciste eso?
-Tal vez sí te quiero, cucaracha. Y creo que la pista te cobra unos trescientos al mes, nada que tu mesada no pague.
-Papá no me va a dejar.
-¿Por qué no pensabas lo mismo cuándo mamá era la que decía que no?
-Porque no estaba enferma y papá sí.
-Entonces toma una decisión.
-No quiero defraudar a papá.
-Carlota, no voy a estar salvándote más.
-¿Qué quieres decir?
-Que vayas por tus patines, dejes de hacerte tonta con Marat y me hagas caso. Te veo el sábado en Lido.
-¿Dónde vas?
-Quiero ir con Levina y no te preocupes, Marat no morirá, tu secreto está a salvo conmigo.
-¿Cuál secreto?
-Me alegra que él te haya tratado bien.

Carlota insistió en que Andreas le revelara qué le había dicho Dinara Safina y lo persiguió por el mirador, cayendo encima de él en medio de una enorme carcajada. Como algo así no se repetiría, Tennant les tomó una foto y Levina lamentó que el regreso a Venecia fuera necesario.

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