miércoles, 24 de enero de 2018

Unas flores para Kleofina


Sólo a Anton Maizuradze se le podía ocurrir hacer una pequeña campaña por Miss Nouvelle Réunion y en cuánto supo que Kleofina Lozko era contendiente, caminó por París invitando a la gente a votar por ella. El niño se veía muy simpático y había hecho del bistro "La belle époque" su cuartel general al permitírsele pegar la foto de aquella joven. Judy Becaud rara vez se aguantaba la risa.

-¿Cuánto dinero has gastado con esto?
-Mi tarjeta del metro está en ceros, la foto me costó 2€ y dice mi mamá que necesito zapatotes.
-Si Carlota te viera, estaría celosa.
-Ni conoce a mi Kleofinita bonita.
-¿No era "Carlotita bonita"?
-No les digas o me hacen la revolución de octubre.
-O sólo les da ternura.

La mujer estalló en carcajadas de ver que Anton era muy inocente y se dedicó a servirle una malteada de vainilla que el chico sorbió muy contento antes de que su madre llegara con una cacerola. Había llovido esa mañana y el domingo habría niebla.

-Buenas tardes, Judy, quiero sopa de setas.
-En un momento, señora, buenas tardes.

Cecilia Maizuradze se dedicó a observar a su hijo en lo que traían su pedido, besó su cabeza antes de colocarle una chamarra y le preguntó por su nueva ocurrencia sin evitar suspirar y poner mala cara. Judy lo advirtió desde la cocina pero lo dejó pasar en cuánto el chico le sonrió para agradecerle por su bebida y le reiteraba que la convencería de votar por Kleofina muy pronto.

-Gracias, Judy, disculpe además las molestias.
-Anton es muy lindo, no hay problema.
-La veremos mañana.
-Por supuesto, tendremos sopa de cebolla.
-Salúdeme al señor Jean, por favor.
-Claro.
-Anton, despídete.

El pequeño besó a Judy en la mejilla y se fue bastante feliz, platicando sus planes para el día siguiente; su madre sentía recelo a la sola mención de Kleofina.

Pasaron dos días y el teniente Maizuradze fue quien se presentó en el bistro de sorpresa, no sin quedarse varios minutos contemplando la imagen de la bella Miss Bosque - Réunion y vacilando en entrar. Judy se adelantó a cualquier cosa y se colocó su abrigo amarillo para salir a caminar, sobretodo porque Cumber esperaba cualquier oportunidad para dejar la cocina.

-Buenos días ¿qué lo trae por aquí? No lo esperaba - afirmó Judy, tomando al teniente Maizuradze del brazo.
-Quería saber como está.
-Necesito unos vegetales ¿me acompaña?
-Por supuesto ¿cómo ha estado?
-Muy bien, he estado muy ocupada... A usted ya lo hacía en Moscú.
-No quiero ir.
-Pero tendrá que cumplir.

El teniente Maizuradze asentó resignado y dio otro vistazo a la foto de Kleofina antes de ponerse en marcha. Judy aun simulaba que estaba cómoda.

-No le agradecí apropiadamente por el favor que me hizo con el ADN.
-Señora Becaud, usted no tiene que recordarlo siquiera.
-Aun le debo pastel y quiero adelantarle un pago de su préstamo.
-Olvide eso, claramente le expresé que prefiero que deje todo como está.
-Es que siento remordimiento, usted ya hizo demasiado por mí.

La mujer procuraba no sonreír y el teniente la miraba con atención, intentando adivinar las intenciones de aquél paseo rumbo al mercado y sobretodo, la tentación de averiguar cómo iban las cosas con Jean; sin embargo ella lo sorprendió primero.

-Anton y su madre nos compran sopa diario, es bueno saber que les gusta lo que Cumber cocina.
-¿Cumber?
-Será porque a él le encanta comerlas.
-Ah, Cumber, sí. Su favorita es la de maíz con papa.
-Ahora le pone caldo de pollo.
-Es el truco, yo se lo mostré.
-Los vegetarianos nunca deben saberlo.
-Ni en secreto de confesión.
-Amén, jeje. Anton se divierte mucho con su hermano y sus amigos.
-Me contó que le agrada Cumber.
-Los dos están haciendo de las suyas en el bistro.
-¿Qué molestias dan?
-Ninguna para ser sincera pero Cumber es muy coqueto y Anton está muy emocionado por Miss Nouvelle Réunion, hasta me pidió permiso para apoyar a una chica con la condición de que no le diga a nada a Carlota Liukin para que no se ponga celosa.
-Por eso la foto de Kleofina.
-¿Cómo sabe?
-Porque me dijo lo que el niño quiere, lo deduje.
-Claro, aunque su madre se molestó un poco.
-A Cecilia no le gusta que Anton ande pensando en mujeres.

Judy se sobresaltó de haber sido un poco perspicaz y comenzaba arrepentirse cuando se dio cuenta de que el teniente Maizuradze le había dicho el nombre de la joven de la fotografía.

-No importa, es muy divertido ver a Anton tan feliz - mencionó desconcertada.
-Ojalá pudiera verlo.
-Podría llevar ese cartel que él hizo por la chica del concurso.
-No, gracias, prefiero evitar una discusión con su madre.
-Pero le haría compañía e incluso yo estaría más tranquila por David y Amy.
-¿Están ayudando a Anton?
-Después de hacer la tarea.

El teniente Maizuradze suspiró y por unos segundos estuvo ausente, resistiendo la tentación de consumir un cigarrillo.

-¿Se siente bien?
-No se exalte, Judy, imaginaba a Anton con sus cosas, es todo.
-Lo mejor será volver.
-No, disculpe, creo que me retiro.
-Señor ¿puedo hacer algo por usted?
-Créame, la veré luego. Lamento no ir con usted por esos vegetales.
-No importa, otro día será.
-Tal vez mañana.

Judy Becaud observó a Ilya Maizuradze alejarse con prisa y ella, con idéntica rapidez, retornó al bistro y se quedó recargada en la puerta. Como hiciera ruido, Cumber dejó la cocina para preguntarle si necesitaba algo.

-¿Le doy agua?
-No, es sólo que tu padre estuvo aquí.
-Lo sabía, lo escuché ¿que quería?
-Empezamos a caminar y luego se fue.
-Siéntese.
-Mejor, tienes razón ¿ya terminaste la sopa?
-¿Quiere probar?
-Tráeme un plato y gran trozo de pan.

Como ver a la señora Becaud tan intrigada no era usual, Cumber atinadamente sirvió sopa para sí y llevó todo a la mesa junto a la ventana con la foto de Kleofina. Judy enseguida mordió su pan y luego de tomar una gran cucharada, prosiguió:

-Quiero que me hables de esta mujer - como señalara el cristal, Cumber se sorprendió.

-¿Mi padre dijo algo?
-Su nombre.
-¿Usted le preguntó?
-No.
-¿Por qué le interesa?
-Porque le conté de Anton y las cosas que hace y sólo se fue.
-¿Con qué pretexto?
-Ninguno.
-Eso es grave.
-¿Por qué?
-Porque a mi padre le importa más de lo que usted imagina y yo sí debo cerrar la boca.
-¡Vamos!
-No, Judy.
-Yo podría ser tu madrastra.
-No me chantajée con lo que no va a pasar.
-Rayos.
-Además, es de la clase de cosas en las que un hombre comprende todo; las mujeres no, perdone.
-Eso es machista.
-Cómo no.
-Sabes que no soy chismosa pero si tu padre se pone mal y la señora Cecilia se enoja ¿qué puedo pensar?
-Estoy mudo.
-¿Es malo?
-Para mí no.
-Déjame entender: ¿Tu padre conoce a esta chica?

Cumber se cruzó de brazos.

-¿La mamá de Anton también?... Sólo mueve la cabeza.
-Oiga, soy un bocón pero hice un pacto con brindis.
-¿Has hablado con Kleofina?
-No.
-¿Te la presentaron?
-Jamás.
-¿Anton la tuvo cerca?
-Un montón de veces.
-¿La saludaba?
-Nunca.
-¿Hizo algo idiota por ella?
-Él no.
-¡Lo tengo!

Cumber se asustó y se sujetó el pecho antes de respirar un par de veces por la boca. Judy lo había agarrado por sorpresa.

-¿Tu padre engañó a su esposa con Kleofina? - murmuró ella.
-No le dije.
-¿Cuándo fue?
-Reciente.
-¿Qué?
-Duraron dos años.
-¿Tanto?... ¿Rompieron?
-Se separaron pero terminar, no creo.
-Canalla.
-También le fue infiel a usted.
-No te pases.
-Era un chiste.
-En serio Cumber, no abuses.
-Ahora ya sabe ¿puedo comer?
-Con toda libertad pero dime ¿cómo rayos Kleofina se metió con... él?
-Él comenzó.
-Bueno pero ¿cómo fue?
-Señora Judy, me desagrada esta conversación.
-Por mis santos juraré que esto no pasó.
-¿Por qué el interés? ¿Le atrae mi padre?
-¡Dios me libre de semejante idea!
-¿Qué motivos tiene usted?
-Le gusta a Anton y eso le afecta a sus papás.
-¿Y qué va a hacer?
-Tal vez quite esa imagen de ahí.
-Judy, para mi padre ese romance es el último que tendrá y por eso no lo menciona.
-Te lo confió.
-Le repito que cualquier hombre lo entiende; alguna vez hablará de esto con Hugo y luego Maxim y Anton, usted no gana gran cosa.
-Ella tiene mi edad.
-Falso, es menor que usted.
-Me voy a ahogar ¿qué?
-Tiene veinte y vende flores en una carreta.
-Alguna vez la habré visto y no le compré.
-Kleofina vendía en el barrio ruso y en Chartrand.
-Al menos no es extraño que el señor Maizuradze la conociera.
-Hace dos años hubo en Tell no Tales un otoño muy frío y llovió diario; Kleofina se refugió en la cornisa de la pizzería Maizuradze una tarde que no pudo llegar con su hermano y mi padre la invitó a pasar, le dio chocolate caliente y le ayudó a resguardar su mercancía.
-Eso es caballeroso.
-Y luego le dio permiso de vender sus flores en el local.
-No me extraña tanto.
-Mi padre se aprendió sus horarios y cuando se atrevió a acercársele más le compraba muchas margaritas. Luego comenzó a seguirla para saber que le agradaba y ella fingió que no se daba cuenta.
-Típico del señor Maizuradze.
-Entendí que a Kleofina le empezó a atraer rápido y un día entró a la pizzería cuando no había nadie para declarársele a papá.

Judy escupió la sopa.

-Él la besó y empezaron a verse por ahí; no pasó mucho para que durmieran juntos ¿necesita una servilleta?
-Estoy bien.
-Cecilia ni se enteró, sólo supo cuando Kleofina buscó a papá sin avisar pero no dijo nada.
-No imagino qué hizo tu padre para seducir a esa niña.
-El sexo ayudó.
-Mucho menos puedo con eso en la cabeza.
-Mi padre me contó que una vez se fue con Kleofina a una playa entre Tell no Tales y Jamal y que la acariciaba con flores. Lo tomé como consejo y mi vida sexual mejoró.
-Cumber....
-Judy, mi padre ha sido promiscuo gran parte de su vida pero Kleofina significa un final increíble. Él ya es un anciano, conquistar a una mujer sin arrugas es imposible, la energía no es la misma ¿qué tiempo le queda? De milagro no tiene muchas canas y la espalda no fastidia. Entonces imagine un momento que una jovencita acepta sus galanteos, lo necesita y le permite tocarla y le dice al oído que lo ama mientras se le entrega completa ¡No hay hombre que no deseé que eso le ocurra! Volver a sentir una piel suave, no inhibirse, usar toda la experiencia para que esa mujer termine extasiada y no quiera las manos de otro... ¿Ahora me comprende? Y además, mi padre lo sabe, Kleofina siente amor y cómo ya no volverán a verse, ella será suya por siempre ¡yo quisiera vivir eso a los setenta!
-El señor Maizuradze tiene sesenta y seis.
-Como usted lo rechazó, él agradeció disfrutar ese romance con Kleofina cada segundo. Cualquier hombre en la tierra mataría por eso.
-Pero ¿su esposa?
-Cecilia tiene certeza de todo lo que a usted le he revelado; está celosa y furiosa pero como nadie la quiso lastimar ni le quitó nada, lo deja de lado.
-Yo lo habría matado.
-Si están así es por Anton, porque Kleofina es un secreto de ambos; bueno, de nosotros cuatro ¿contenta?

Judy no podía hablar.

-No está bien, lo sé, pero Judy, así es la vida y las mujeres también quieren un tipo como yo cuando envejecen.... Bueno no como yo pero ese es el punto.

La señora Becaud se arrepintió mucho de su curiosidad y la boca le sabía amarga. De tan pálida, sintió pena y con ello el compromiso de un secreto del que no la había preparado nada y le causaba una gran tristeza. Luego oyó la voz de Anton por la calle y comprendió que esa foto de Kleofina Lozko estaría ahí pegada para no herir a nadie. El pequeño pidió sopa de queso y Judy se dedicó a acabar con la suya en silencio. Afuera del local brotaba un rosal que parecía un gran ramo para la joven del retrato.

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