martes, 9 de enero de 2018

Una versión del cielo según Satanás (Final de temporada)


Venecia, Italia.

La predicción más famosa de Elena Martelli era que un día el cielo se vería verde sin previo aviso. Curiosamente, aquél pensamiento no provino de su Tarot sino de un sueño en el que el Diablo azotaba a los espíritus de Venecia hasta reducir a cenizas a varios de ellos o aumentar el tormento de otros, así que un día, el espíritu de Elena, desde su sitio en el Gran Canale comenzó a sentir un pánico terrible cuando varios de aquellos fantasmas comenzaron a huir desde San Polo en medio de gritos suplicantes por piedad. Incapaz de moverse, la niña sólo volteó para ver a Satanás tocarle la cabeza y hundirla en el agua, sin permitirle salir hasta que las piernas se le transformaron en una larga cola de sirena y su ropa negra se convertía en una pesada prenda de oro y piedras preciosas con la que apenas luchando consiguió aferrarse de la roca en la que pasaba sus días. Pero lo peor estaba por venir.

El cielo comenzó a oscurecer antes del mediodía y los venecianos salieron de sus trabajos para saber qué pasaba. En el horizonte, una estela verde cubrió el sol y se extendió rápidamente por la región del Véneto, dejando a Venecia en total oscuridad por unos minutos; en medio del desconcierto, el ayuntamiento encendió el alumbrado público hasta que el sol volvió a verse, opaco y sin que el cielo abandonara su nuevo color.

En el Istituto Marco Polo, las alumnas parecían asustadas; en realidad todos los estaban. En el patio, las niñas preguntaban qué ocurría hasta que cristalazos, golpes y clamores se escucharon a lo lejos, algunos suplicantes de ambulancias. Un disparo cercano obligaba a la evacuación de las alumnas cuando el professore Scarpa notó que Carlota Liukin era ausente. Al lado de la puerta abierta estaban colocados sus zapatos, el moño que sostuvo su cabello esa mañana, su mochila y su uniforme. Scarpa salió de inmediato a buscarla, preguntando si alguien la había visto salir o si iba acompañada. Los gritos iban en aumento cuando una multitud corrió hacia el Ponte dei Sospiri, donde una niña estaba por lanzarse.

-"¡Hay que evitar otro suicidio!" - exclamó alguien y varios se aprestaban a ayudar cuando Scarpa decidió seguirlos. Detrás del Palazzo Ducale, cerca de la Basilica di San Marco y encima del Rio Canonica, el Ponte dei Sospiri era el escenario de la dramática escena de una niña indecisa. La gente le suplicaba a los gondoleros que la atrapasen si decidía arrojarse y otros más preguntaban si el personal del Palazzo podía intervenir cuando Scarpa notó que sus sospechas eran ciertas y era Carlota Liukin quien tenía en vilo a gran parte de la ciudad.

-¡Señorita Liukin, no haga nada! - gritó el maestro y ella volteó a verlo, llorando.

Lo que nadie sabía era que el Diablo se hallaba junto a Carlota, a su izquierda. No podían verlo porque vestía de negro y el puente estaba cubierto de sombra de aquél lado. Ella en cambio, brillaba como si tuviera alas de plata y si bien, ese efecto no era más que una luz que se reflejaba en su vestido blanco, la gente podía creerla un hermoso ángel a punto de condenarse.

-¡Muerte a la Reina de las Nieves! - clamó Satanás en su oído - Por traición.

Carlota no entendía.

-Te hice una reina, sólo tenías que guardar un poco de sangre pero tú se la conferiste a un hombre por amor. Ahora tengo la vida de ese amado en mis manos y la de tu padre. También conozco tus pecados, tu alma va al infierno conmigo pero a cambio, ese amor irrenunciable vivirá y sólo por sentirlo te darán redención ¿No es maravilloso? Una gota y perdono a tu padre; con tu corazón tu guardián de sangre se salva igualmente y hago que vivas en su mente por siempre. Si no lo haces, tomaré de pago el alma de tu padre, la tuya y cambio la mente de tu amado para que mueras en él antes de arrastrarlo al abismo del tormento eterno y te obligue para siempre a mirar.

Carlota sabía que Satanás haría lo que había dicho. Era un pacto simple por su alma y sangre, sólo perdería ella.

-Además, si me das lo que pido, detengo la masacre que hay detrás de ti.

Fue en ese instante que las voces de los aterrados venecianos llegaron a los oídos de la joven: "¡Francesca!" ¡Detente Chiara!" "Ayuda, mi hermana se cayó al agua!" ¡Ya perdí a una hija! ¡Lionetta, aléjate de la ventana!"

Entonces Carlota tomó una daga de la mano del Diablo y la levantó, apuntándola a su pecho. Los espectadores le pedían que no la usara y Scarpa saltó a una góndola, en un intento de ser escuchado y salvarla. Pero la coincidencia, que la mayoría de las veces estuvo en favor de la Reina de las Nieves, jugó su papel cuando el alarmado Miguel Ángel no tuvo más alternativa que desplegar sus alas y arrebatar la daga, desatando una pelea feroz con Satanás al tiempo que Tennant, que no sabía cómo había llegado al puente, sostuvo a Carlota cuando esta iba a arrojarse al agua en el último intento de cumplir su parte del trato.

-¡Carlota, mírame! ¿Qué ibas a hacer? - dijo él y la chica se desvaneció.

-¡Llévatela de aquí! - ordenó Miguel y Tennant se llevó a Carlota lo más a prisa posible. El profesor Scarpa corrió a la Piazza di San Marco apenas la góndola en la que estaba lo llevó a tierra.

Ambos habían decidido llevar a Carlota a la escuela para disimular frente a Ricardo pero Tennant sabía que el vestido resultaba sosprechoso y fue ahí cuando decidió llamar a Yuko Inoue y contarle lo que había sucedido. Ésta de inmediato dejó el casino y corrió hacia el Istituto Marco Polo, introduciéndose sin hacer ruido.

Cuando Carlota Liukin despertó, su padre preguntaba que había pasado. Ella igualmente dudaba por no recordar nada, salvo que había bajado al patio con otras estudiantes cuando el cielo se volvió extraño. Por alguna razón, la joven Liukin portaba su uniforme escolar y Tennant sostenía sus pertenencias mientras Yuko le ofrecía un poco de agua y le preguntaba qué sentía.

-¿Qué me pasó?
-El profesor Scarpa te trajo aquí a la enfermería, te desmayaste junto a la escalera.
-¿De verdad?
-Por eso llamaron a tu padre, debiste asustararte.
-¿Asustarme?
-Alguien usó su arma cerca de aquí, no fuiste la única que reaccionó así.
-¿Un arma?
-No he sabido qué ocurrió enfrente pero los carabinieri han venido.

Carlota dejó su vaso de lado sin beber y miró a Tennant que parecía platicar con Miguel: "¿Con quién peleabas? ¿Cómo llegamos al puente?" "¿Por qué le pediste ayuda a Yuko?" y nada era comprensible para ella; incluso lo que Scarpa decía de la escalera no le era creíble.

-Me alegra que Carlota se haya quedado dormida - suspiró Ricardo.
-También me alivia - contestó un nervioso Scarpa.
-Me preocupé, en el camino murieron dos jovencitas en Cannaregio, una se arrojó al tren y la otra se ahorcó en Ghetto Vecchio, oí que varias trataron de ahogarse en San Polo y un tal Giampero apartó a Lionetta Martelli de una ventana en no se qué museo. Es como si esa familia no encontrara consuelo nunca.
-Su amiga Yuko fue la primera venir, ayudó a la enfermera y localizó a Miguel y Tennant.
-¿Yuko?
-¿Y sus otros hijos?
-Mandé a Andreas por Adrien.
-Supongo que puede irse con Carlota a casa.

Ricardo tomó la palabra del profesor y colgó del brazo a su hija, alegre de que no ocurriera una desgracia pero Yuko, Miguel y Tennant se miraron un tanto cómplices. Afuera, el verdor continuaba, menos intenso pero las nubes volvían a cubrir el sol una y otra vez. La buena noticia era que los suicidios cesaban, la mala era que los canales se teñían de rojo y la peor era que nadie sabría las razones. El Diablo no estaba complacido pero su autotributo era suficiente, no obstante, pasara el resto del día hundiendo al fantasma de Elena Martelli en desquite y enviando a sus esbirros a llenar tarros con la sangre de sus víctimas inocentes.

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