Noviembre, 2002. Venecia, Italia, cinco de la tarde.
-Me perdí el Halloween... Me perdí el Halloween - se lamentaba Carlota Liukin cuando logró salir de las oficinas del Servizio Italiano d'Intelligenza. Por la fecha, su disfraz de tarántula lucía ridículo y los niños en la calle la miraban como si no entendieran por qué estaría vestida así.
-Necesito una ducha - siguió quejándose y Tamara le respondió que dejara de fastidiar, provocando una discusión en la que Carlota le reprochaba que siempre quería mantenerla en silencio. Los demás le preguntaban a Andreas Liukin si aquellas dos siempre se portaban así y cuando el grupo se puso de acuerdo en pedirles silencio, Maurizio Leoncavallo optó por intervenir:
-Carlota, nadie quiere oírte y yo tampoco.
La joven Liukin abrió la boca con desconcierto y sus hermanos comenzaron a reírse.
-Lo mismo va para ti, Katarina - remató Maurizio y su hermana no pudo evitar preguntar por qué, a pesar de que la vibra era muy agradable. Carlota Liukin continuó con su drama y en medio de las risas de los demás, Yuko Inoue preguntó:
-¿Dónde está el señor Ricardo?
-¿Qué? - dijo Carlota.
-Lo vi salir con nosotoros hace un momento.
-Es cierto ¿alguien sabe si volvió a entrar?
Ante la negativa de los demás, Carlota preguntó en las oficinas si alguien sabía de su padre y luego reparó en que Maeva Nicholas tampoco se hallaba cerca.
-¿Ricardo se fue con ella? Wow, ese es otro nivel - se admiró Andreas.
-Ay ¡cállate! - pidió Carlota con la esperanza de que su hermano se equivocara.
-Mira, cucaracha, nadie le dice que no a una mujer como Maeva.
-¡No me digas cucaracha!
-Entonces serás la nueva araña desgraciada.
-¡Ese apodo es de Katarina!
-Araña chismosa.
-¡Que cierres la bocaza!
Carlota y Andreas acabaron peleando en el suelo, haciéndose cosquillas y ocasionando que los demás los separaran mientras se desataba otra discusión amistosa por los desfiguros que los Liukin no temían hacer en la calle.
Por otro lado, Maeva Nicholas y Ricardo Liukin se habían alejado del grupo mezclándose entre los turistas en la fila del acqua taxi en el Canal Misericordia, conteniendo la risa. Para ese momento, ella se había cambiado de ropa y en lugar de su abrigo, presumía una blusa beige anudada en la cintura y un short de mezclilla. Él continuaba con su camisa arrugada del día anterior y una corbata mal anudada.
-¿Dónde iremos? - quiso saber la mujer.
-Me dijiste que tenías hambre así que iremos a mi sitio predilecto.
-¿Calle de la passione?
-¿Cómo adivinas?
-¿Por qué escapamos?
-Quiero pasar la tarde contigo, Maeva. Noto que quieres preguntarme algo.
-¿Tan privado ha de ser?
-Personal.
Ella cerró un poco sus ojos y contempló a Ricardo con la intriga por sus intenciones. Alrededor, la gente reconocía a Maeva y otros más le llamaban "Violet, Violet" antes de tomarle una foto. Ricardo no intervenía de alguna manera y dejaba que los demás lo miraran como un tonto con suerte. La envidia no era motivo más que para ignorarse.
-Nos estamos tardando mucho - se percató Maeva al transcurrir un largo rato de pie.
-Pregúntare qué ocurre - dijo Ricardo.
-No te vayas.
-¿Necesitas algo?
-Quizás tengo una idea - declaró ella mientras firmaba una playera.
-No creí que te reconociera tanta gente - observó él cuando Maeva decidió acabar con sus admiradores y abandonaban la espera del acqua taxi por una góndola que atracaba a escasos pasos y por la cual, varios saltarían al costo que fuera. Ella se interpuso entre los turistas para llegar antes a un acuerdo.
-Necessitiamo andare a...... Ricardo ¿a dónde quieres ir?
-Calle de la Casseleria.
-Lo que él dijo - ella giró de nuevo hacia el gondolero - Calle de la Casseleria, 100€ senza cantare e cose romantiche, ok?
Como el gondolero quedara encantado con la mujer, accedió enseguida y Ricardo abordó sin abandonar su intención de saber por qué Maeva no le era familiar con tanta fama aparente rodeándola
El Canale di Cannaregio presentaba una saturación notable. Con la procesión de los trabajadores del servicio de vaporetti, el Gran Canale y el barrio de San Marco eran imposibles de navegar, así que para el gondolero fue un alivio dirigirse al vecindario Castello. El destino encargado era cercano a la Piazza di San Marco pero los canales se hallaban más o menos transitables y los locales de comida eran los que acaparaban a la multitud que festejaba Fieles Difuntos sin entender bien de qué se trataba. A esas alturas, Ricardo Liukin no era un turista y le explicaba a Maeva que su familia iría a la ceremonia de velas flotantes al día siguiente para apoyar a Miguel.
-Calle de la Casseleria! - anunció el gondolero poco después y Ricardo ayudó a la mujer a descender mientras alguno que otro transeúnte lo miraba como si fuera muy afortunado. Maeva era muy sensual pero Ricardo no lo sentía de esa manera y le cedía el paso cuando la gente se aglomeraba.
-¿Ya habías estado aquí? - preguntó ella.
-Si tenemos suerte, conseguiremos algo de comida.
-¿Se acaba rápido?
-A esta hora hay sobras.
-Delicioso.
-Prometo encontrar algo.
La mujer lo siguió por aquella calle hasta un local pequeño y saturado en el que se acabarían los ingredientes de un momento a otro. El aroma a salsa de tomate podía ser relajante y Maeva pronto comprendió que él había decidido sorprenderla un poco cuando lo perdió de vista. Las personas presentes, en cambio, seguían identificándola para bien y para mal y trataba de ignorarlo fingiendo que revisaba sus llamadas.
-Me disculpo por dejarte aquí - le dijo Ricardo luego de conseguir salir.
-¿Qué hiciste?
-Había pasta fresca ¿quieres probar?
-¿No sufriste en la fila?
-¿No te dije que estuve aquí antes?
-No me respondiste.
-Conoces un secreto mío.
-¿El lugar?
-Nunca vendría con los niños.
-¿Por qué?
-Me gusta creer que puedo tener una tarde tranquila o una cita sencilla. Si un día viene Tennant, adiós a esta calle.
-¿Tennant?
-Tiene una nariz muy refinada y no sabe guardarse las cosas.
-¿No es discreto?
-De repente quiero respirar y ni él ni mis hijos lo entenderían.
Ricardo guió a Maeva hacia el borde de un canal y sacó de una bolsa de papel una botella de agua mineral y dos cajas que contenían pasta, aunque aparentaran ser de comida china. Luego le dio a la mujer a escoger.
-Linguini ai formaggi o gnocchi al pesto? Las dos tienen champiñones y aceitunas.
-Formaggi? ¿Qué significa?
-Quesos.
-El pesto estará bien, Ricardo.
-¿Tiramisù después, mademoiselle?
-Encantada.
Ambos quedaron en silencio un buen rato y en lugar de comer, se dedicaron a ver la ciudad intentando no voltear el uno hacia el otro. Sin embargo, Maeva decidió romper con ello y apartó su cajita de pasta un momento. Sonriendo, miró a Ricardo, interrogante.
-¿Eres padre soltero o divorciado? ¿Sigues casado, tal vez?
Él retiró su atención un pequeño instante del canal y respondió:
-Enviudé en enero
-¿Es todo? - siguió ella.
-Fue inesperado, así que a veces lo digo como si fuera cualquier cosa.
-Lo siento, Ricardo.
-Me estoy acostumbrando con tantas mudanzas y me he obligado a decidir qué hacer. Nada me preparó para aprender que mi niña usa jabón de lavanda.
-¿Por qué te ríes?
-Porque mis hijos creen que no los conozco, ja ja. Es un chiste que me cuento cada que me entero de las cosas que hacen.
-¿Es difícil, Ricardo?
-Me matarán y sobreviviré. Siempre lo he hecho - remató él y dio un bocado antes de proseguir:
-¿Qué hay de ti, Maeva? ¿Eres soltera, tienes novio?
Ella sintió que él forzaba aquella pregunta pero no tenía mala intención. Era para no llenarse de melancolía.
-Divorciada desde hace unos meses.
-Ahora yo lo siento, Maeva.
-Duramos tres años y pudo ser menos.
-Que algo se termine no es agradable.
-Ricardo ¿puedo saber algo?
-Adelante, Maeva.
-Me da un poco de pena.
-¿Es íntimo?
-¿Te han engañado?
Ricardo bebió un poco de agua.
-Sí... No lo recuerdo todo pero pasó - suspiró él.
-Me disculpo contigo...
-Maeva, está bien ¿Tu marido fue infiel, verdad?
-Con mis compañeras, "las chicas nuevas" que pueden filmar más... En Las Vegas hay un montón de ellas todo el tiempo.
-Duele y eso se queda.
-Esa relación se redujo a la devolución del dinero que invertí en una productora, Ricardo.
-¿Él no se despidió?
-Hizo una fiesta en lugar de hablarme.
-Me sorprende que no tuviera el valor de enfrentarte.
-¿Por qué lo haría?
-¿Por qué no?
Maeva apenas comenzaba a comprender la sutil curiosidad de Ricardo y creía entender que él la consideraba bonita.
-¿Cuánto duraste casado? - quiso saber la mujer.
-Diecisiete años.
-Es mucho tiempo.
-La misma edad que mi hijo Andreas.
-¿Ella estaba embarazada?
-Maeva, no todos vivimos historias en las que un noviazgo de años se convierte en el destino entero.
-Perdón.
-¿De qué?
-Fui indiscreta.
-Al mes siguiente de conocerla, nos casamos.
-¿En serio?
-Puedo decir que duró toda una vida, pero no es cierto.
Maeva Nicholas creyó que había cometido un error y no se dio cuenta de lo sonrojada que estaba. Ricardo Liukin, en cambio, se percató y para no hacerla sentir incómoda, continuó la charla.
-Antes de mi mujer, tuve otra novia.
-¿Otra?
-Ella terminó casada con el tipo más popular de la universidad y no volvimos a hablar desde que conocí a mi esposa. También fui malo alguna vez.
-¿Qué hiciste?
-Bastó un papelito con un número telefónico para saber que no estaría más con esa ex novia.
-¿Un número?
-Mis tres hijos demuestran que tomé la decisión correcta pero la forma fue hiriente.
-¿Tenías mucho tiempo con esa mujer?
-Diecisiete años.
-¿De verdad?
-Hay coincidencias que no sabía que no podría evitar.
Ambos se miraron mutuamente como si acabara de contarse un buen chiste y luego de otro gran momento sin hablar, Maeva quiso confirmar una duda:
-¿Te ha gustado alguna mujer en este tiempo que llevas solo?
Ricardo no vaciló.
-Alguien pero no ocurrirá.
-¿Por qué?
-Porque he cambiado.
-¿En qué sentido, Ricardo?
-Me he vuelto más irritante y no soy joven.
-¿Cuántos años tienes?
-Cuarenta y cuatro.
-No eres viejo.
-Creer que sigo siendo lo contrario sería engañarme.
-¿Cómo?
-Tengo una arruga en la frente, me cuesta mantenerme despierto hasta medianoche y me estoy preguntando si esta pasta tiene mucho colesterol. Eso no lo piensa un chico joven.
-Lo tienen en cuenta.
-Fingen y creen que compensarán cada cosa que hacen. Yo no...
Él sonrió más en vez de acabar la frase.
-¿Puedo ser más indiscreta?
-Claro, estoy de humor.
-¿Sientes algo más por tu amiga Tamara?
-No.
-Creí que sí. Lees las noticias a su lado.
-Me gustaría si fuera menos afable.
-¿Qué?
-Su mal carácter me agrada.
-Es la primera vez que oigo algo así.
-Me atrajo otra joven.
-¿Quién?
-Se llama Judy.
-¿Qué pasó con ella?
-Le falta una gran historia qué contar.
-¿Un pasado?
-Vivir.
Maeva Nicholas tuvo la certeza de que Ricardo coqueteaba con ella y parecía un poco desinhibido.
-Desde que me divorcié, no me ha gustado nadie - confesó ella.
-Es normal.
-He tenido citas.
-Yo no... Alguna vez fui por Tamara a su pueblo pero me di cuenta de que no era ella.
-Salí con un colega. No funcionó.
-¿Por qué?
-"Oye Maeva ¿qué vas a hacer después de que grabemos la escena en el baño? ¿Quieres ir por un café?" Ni siquiera lo imagines ¿Qué clase de conversación es esa?
-¿Escena en el baño?
-Así suena.
-Nunca me había reído de pensarlo.
-En mi trabajo es lo usual.
-¿Cuándo empezó a serte raro?
-No lo sé; quizás no me detuve a notarlo hasta que firmé el acuerdo con mi ex marido.
-¿Cuánto tardaste con los papeles de divorcio?
-Un año.
-No es tanto.
-Una equivocación hace que las cosas parezcan más largas.
Maeva Nicholas sostuvo de nuevo su caja con pasta y quiso saciar más sus dudas.
-Ricardo ¿Alguna vez trabajaste en algo diferente a servir helados?
-Era chef y estudié con Ferrán.
-¿Chef? ¿Por qué lo dejaste?
-Comprendí que necesitaba tiempo con mis hijos.
-Ganas menos.
-No quiero sacrificar a mi familia y tiene un costo.
-Me disculpo otra vez.
-Maeva, no me molesto contigo.
-¿No?
-Puedo hacerte el menú de Ferrán mejor que Ferrán pero no tendría caso. Mi pasión es cocinar para ver a mis hijos ansiosos por mi sopa de cebolla o ahora con el sorbete de fresas.
-Me dijiste que querías volver a ser tú.
-¿En el bacaro del otro día, verdad? Me refería a ser un hombre fuerte.
-¿Fuerte?
-Desde hace tiempo no lo soy.
Ricardo se hallaba cómodo con la actitud de Maeva y ella se animó a aceptar algunas cosas.
-Tampoco he sido fuerte.
-¿Por qué?
-Ricardo ¿te gustará mi historia?
-Adelante.
Ella aumentaba su sonrojo y habló:
-No fui a la universidad ni terminé la preparatoria, yo siempre quise ser famosa.
-¿Por qué?
-El glamour.
-¿Qué hiciste para lograrlo? - murmuró Ricardo.
-Ahorré para ir a París y en mi pueblo a veces era edecán de centro comercial. Trabajaba para fotógrafos aficionados y me corrieron de un concurso de modelaje por una foto que me tomaron desnuda. Tuve un novio que se cansó de armar carpetas para agencias y huyó con ellas; él consiguió una exposición y trabajo en Vogue y yo no tenía nada que hacer frente a las modelos en las audiciones que conseguí.
-¿Nada?
-Pensé en volver a casa pero un agente me dijo que en Nueva York siempre buscan a alguien y envié mis imágenes, les gusté, fui sin un centavo y fallé otra vez.
-¿Cuándo funcionó?
-Conocí a un productor de Las Vegas que quería "chicas nuevas". Fue honesto, admitió que soy una mala actriz y no tenía gracia pero eso no importa si haces lo que las demás no. Inicié como modelo de agencia de autos, tomé empleos de animadora en carreras de Nascar y promociones de productos retro. Después, el productor me dio un papel pequeño y luego otro y otro y no hice preguntas. Nunca lo pienso, sólo me pongo a filmar lo que me piden.
-¿Vale la pena?
-Anuncié Victoria's Secret, shampoo en Japón y en las convenciones me piden muchos autógrafos. Un día grabo en Toronto, al otro en Marruecos y hoy estoy en Venecia.
-¿Qué películas filmas?
-Lo que sea. Conocí a Vin Diesel y Vincent Cassel me recomendó para una pasarela de Balmain; puedo rodar dos o tres proyectos al mismo tiempo o pasar meses sin detenerme a descansar.
-¿Por qué no te recuerdo en alguna película?
-No lo sé ¿Qué acostumbras ver?
-Me gustan esos filmes modernos en donde nadie habla ni gesticula o sólo son dos en pantalla conversando de sus amantes.
-Salí en una donde le serví un martini a Pierce Brosnan.
-¿Cine de autor? ¿Lo haces?
-Salí de extra en "Lee mis labios".
-Debo revisarla.
-Jacques Audiard me detesta desde que terminó esa película.
-¿Por qué?
-Nunca le gustó mi escena y su editor se negó a quitarla.
-Convéncelo de darte otra oportunidad.
-Prometido.
-¿En serio?
-No puedo vivir de hacer películas en Las Vegas toda la vida.
-¿Por qué no?
-Me han empezado a decir que soy vieja.
-Vaya tontería.
-Por eso empecé a aceptar papeles aquí en Europa.
-No creo que te hayan dicho eso, te ves muy bien.
-¿Qué edad crees que tenía hace veinte años?
-¿Diez?
-Jajajajaja... Gracias.
Maeva y Ricardo sufrieron enseguida de un ataque de risa y poco después, él advirtió la hora. El paso hacia Canareggio sería imposible y lo mejor era marcharse, al menos que ella no lo deseara.
-Cerrarán San Polo y Cannaregio.
-Tienes que irte ¿verdad, Ricardo?
-No es eso.
-Ve con tus niños.
-Ellos pueden estar solos.
-No me molesta si debes verlos.
-¿Qué te gustaría, Maeva?
-¿De qué?
-Hacer.
-No importa.
-¿Cuánto tiempo te quedarás en Venecia?
-Mmm...
-¿Puedo saberlo?
-Dos semanas.
-Hagamos un trato.
-¿Cuál?
-Te muestro la ciudad si tú decides el plan de esta noche.
-En ese caso, acepto.... Vuelve a casa.
-Maeva...
-Estaré por aquí, te veré mañana.
-No me gustaría dejarte sola.
-Pasa temprano por mí en el Hotel Ducale.
-¿Segura?
-A las nueve.
Ricardo se desconcertó bastante y se resistía a marcharse pero Maeva besó sus propios dedos y luego los posó en los labios de él como despedida.
-Mañana - susurró ella y Ricardo se dio la media vuelta, girando su cabeza de vez en vez para verla sonreír hasta que la multitud los cubrió.
La mujer apenas se daba cuenta de que no había probado su pasta cuando se situó a su lado un actor al que todos conocían como "Tommy Gunn" y que filmaría con ella en pocos días una trama en la que una mujer hastiada de su marido y de su familia, se involucraba con un par de perdedores de la escuela a los que reencontraba por casualidad en la calle. Uno era desempleado y el otro un masajista sin clientela.
-¿Te molesta si me siento?
-No, Tommy.
-¿Buen humor?
-Sí.
-¿Estás lista para grabar?
-Me llegó el guión ayer.
-¿Te lo aprendiste?
-Lo haré el fin de semana.
-Sería de mucha ayuda no ensayar tanto.
-El lunes harán pruebas de cámara de todos modos.
-¿Estarás lista?
-Sí.
-¿Me das de tu postre?
-No.
-¿Te lo compró el heladero?
-¿Qué?
-En la producción me han dicho que te gusta un tipo que vende helados frente a la locación.
-No deberías creerles.
-No les creí; lo probé.
-¿A qué viniste, Tommy?
El hombre observó fijamente a Maeva y ella permaneció fría ante esos ojos marrones y esa piel tostada que no guardaban ninguna novedad luego de tantas películas juntos.
-¿Cuál es el plan, Maeva? ¿Un par de citas, te acuestas con él y adiós o un pequeño romance antes de volver a Las Vegas?
-No te incumbe.
-Nos iremos en quince días.
-Ya lo sé.
-De todas formas, él no entendería tu trabajo.
-Es más abierto de lo que crees.
-Deja que se impresione, recuerde que estuvo contigo y todos satisfechos.
-¿Por qué te metes?
-Maeva, sabes de esto. Los tipos normales no aceptan mujeres de nuestro negocio y menos éste con hijos adolescentes y una niña cursi.
-No lo conoces.
-Me contaron que te invitó a un concurso de su hija.
-Fui porque me dijo que tiene talento.
-También sé que te vas con él cuando acaban tus llamados.
-Me gusta charlar con Ricardo.
-Me parece bien que tengas una aventura pero no te involucres.
-No podría conocerlo en dos semanas.
-El punto Maeva, es que habrás pasado un mes aquí y casi desde el inicio te has juntado con ese tipo. Yo andaría con cuidado si fuera tú.
-Déjame en paz.
-Es que a él lo veo interesado ¿Le has dicho cómo pagas tus cuentas?
-Por supuesto.
-Mentirosa. Él no estaría tan quieto.
-¿Qué quieres?
-Siempre te espero en casa.
-No me atraen tus planes, Tommy.
-Soy paciente.
-Pero no eres como él.
Maeva se levantó enseguida y se retiró al barrio de San Marco justo antes de que los carabinieri cerraran el paso con una valla metálica. Por coincidencia, Carlota Liukin y Maurizio Leoncavallo se hallaban cerca y se juntó a ellos para evitar que Tommy la persiguiera.
-Hola... Ciao ¿Vinieron a la procesión? - preguntó vacilante.
-Vinimos a buscar a mi papá - replicó Carlota de mala gana.
-Él fue a su hotel para verte a ti y a tus hermanos.
-¿Dónde estuvieron?
-Quisimos caminar.
-Claro - ironizó la chica Liukin.
-¿Me puedo quedar con ustedes? No me gusta estar atrapada en estas cosas.
Maurizio sabía que Carlota rechazaría cualquier acercamiento de Maeva Nicholas pero se colocó entre ambas y no permitió que la joven Liukin volteara a verla en algún momento. El tal Tommy Gunn los distinguía a lo lejos y siguió expectante de algún gesto despectivo pero pronto, la aglomeración cercana a San Marco, le hizo perderlos y con ello, su curiosidad también se alejó momentáneamente. Habría tiempo de saber detalles el lunes y de conocer a Ricardo Liukin, también. No lo creía un adversario.
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