París, Francia. 17:30 hrs.
-Benvenue, señorita Liukin! - exclamó un agente aduanal al ver a Carlota Liukin delante suyo. Alrededor, el personal volteaba para ver dónde se hallaba ella y poco a poco, las peticiones de autógrafos y fotografías formaban un remolino que tomó por sorpresa a Maurizio Leoncavallo.
-¿Carlota es famosa porqué....? - preguntó a su primo. Maragaglio alzaba la ceja izquierda.
-Por ser bonita.
-¿En serio?
-En este país se volvieron locos por ella. Creo que tendré más trabajo del calculado - suspiró Maragaglio y se aproximó a Carlota para calmar las cosas. El agente aduanal entendió que había un plan de seguridad en marcha.
-Oh, disculpen. Me emocioné por ver a mademoiselle Liukin - confesó el hombre.
-No se preocupe ¿podemos pasar? - inquirió Maragaglio y aquél se apresuró a sellar el ingreso de Carlota sin hacer preguntas de rutina o ponerle peros por las cuchillas de sus patines.
-Señorita Liukin, procure no pasar tiempo entre multitudes - pidió Maragaglio y la escoltó al corredor de entrega de equipaje, donde continuaron las peticiones a la joven de parte de cautivos admiradores. Al mismo tiempo, Maragaglio le preguntaba a Carlota sobre sus actividades durante el vuelo ya que había estado inquieta.
-Estaba leyendo un cuento.
-¿De qué trata?
-En la feria de un pueblo Javier Marini le propone matrimonio a Alejandra Moliner y hay fuegos artificiales. Al mismo tiempo hay una falla en un juego mecánico y su amigo Martín mete la mano para recibir una descarga en lugar de que los hijos de Alejandra y otros más se electrocuten.
-Qué dolor.
-Martín sale disparado y queda empalado pero las sillas voladoras se detienen y los niños quedan a salvo.
-Es más cruel de lo que pensaba.
-Al final Javier y Alejandra se están preparando para el debut como actriz de ella.
-Algo así nunca se me habría ocurrido.
-Tengo que aprenderme una frase del texto para la clase de literatura. Elegí una que dice "Que el momento más feliz de mi vida viniera acompañado de uno de los momentos más tristes, me recordó que la vida necesita compensar las sonrisas del mismo modo que manda trágicas coincidencias".
-No leas cosas tétricas.
-Mi maestra dice que es un cuento anónimo uruguayo. Creyó que me gustaría
-¿Por qué?
-Porque piensa que los Liukin tenemos cosas fúnebres en la cabeza.
-¿Apenas se dio cuenta?
Carlota actuaba como si estuviera recitando en un teatro y luego de tres horas con esa actitud, Maragaglio estaba cansándose. El público continuaba entusiasta y una niña admiradora se acercó para decir "Carlota, te está esperando la prensa afuera".
-Aquí intervengo para el control de daños - mencionó Romain Haguenauer y tomó a la joven Liukin del brazo mientras le indicaba que hablara lo menos posible y no revelara detalles en el camino. Ella preguntaba si podía contestar sobre el tenis y del torneo Bompard y recibió el permiso. Las puertas al corredor exterior se abrieron para Carlota en cuanto su coach logró identificar su maleta y batallar para que le concedieran el paso. Una muchedumbre esperaba y sus gritos aturdían a Maurizio Maragaglio, que sin dudar, se colocó detrás de Carlota mientras intentaba identificar una ruta de salida.
"¡Mademoiselle Liukin! ¿Algunas palabras para Le parisien?".... "Aquí para TV5 Monde"... "TF1 Martinique en directo" escuchaba un asombrado Maurizio Leoncavallo al mismo tiempo que Carlota saludaba a cuánta gente podía y se detenía para controlar a los reporteros mientras los flashes amenazaban con deslumbrarla.
-"¡Benvenue Carlota!" - le decía la prensa.
-Merci beacoup.
-"¿Lista para el Trofeo Bompard?"
-He trabajado mucho, mis rutinas les gustarán a todos.
-"¿Cómo ha sido colaborar con Maurizio Leoncavallo?"
-Muy cansado y divertido.
-"A Katarina Leoncavallo le ha ido muy bien en el programa corto de Skate America ¿Crees poder igualar su desempeño?"
-Katarina es excelente, me encantaría sacar sus mismas notas.
-"Tuviste una gran actuación en Murano Cup frente a rivales de primera clase ¿Harás lo mismo en Bércy?"
-Daré todo mi esfuerzo.
-"¿Asistirás a los partidos de Copa Davis, Carlota?"
-Qué rápido cambian de tema.
-"¿Apoyarás a Francia o estarás con Marat Safin?"
-¡Marat! Él me invitó pero sabe que no puedo estar de su lado, jajaja.
-"¿Cómo lo conociste, Carlota?
-Fue por una recaudación de fondos en Mónaco.
-"Se les vio en Venecia".
-Me ayudó con mis donativos y se lo agradezco mucho.
-"Se rumora que son más que amigos"
-Qué cosas tan extrañas dicen.
-"A propósito: ¿Tendrás un encuentro con Joubert Bessette?"
-¿Joubert? Me encantaría tener la oportunidad de saludarlo.
-"Estuvo en coma casi dos meses"
Romain Haguenauer sabía que los medios buscaban qué había ocurrido entre Carlota y Joubert y necesitaban una respuesta más para armarse la historia. Correctamente presentía que el público sospechaba que Marat Safin tenía que ver y el Trofeo Bompard quedaría eclipsado por el escándalo si no se marchaban enseguida.
-Muchas gracias por recibirnos de esta forma - intervino Haguenauer - Los esperamos en el Palais Omnisports de Bércy el próximo jueves para la competencia - y colocó a Carlota junto a su coach y Shanetta James y Morgan Loussier para que los fotógrafos sacaran imágenes involuntarias promocionales. Acto seguido, Maurizio Maragaglio volvió a enganchar el brazo de Carlota y le hizo caminar por ese gran corredor mientras el gentío batallaba por aproximársele. Ella de repente concedía algún autógrafo si quien se lo pedía era una niña y se paró un momento a contemplar las pancartas de su club de fans.
-No quiero ser impertinente ni ordenarle nada pero en la banqueta le esperan para ir a Bércy - le recordó Maragaglio y Carlota Liukin suspiró antes de levantar su brazo para despedir a la multitud.
-Disculpe ¿Maurizio Leoncavallo? - inquirió un reportero cuando el grupo abandonaba el lugar.
-Maurizio, contesta - sonrió Carlota y el risueño Leoncavallo enseguida tuvo su propia entrevista, dando posibilidad a su primo de dirigir a los demás hacia el estacionamiento. Morgan Loussier llevaba las maletas de Shanetta y Carlota y pronto sintió una mano próxima a dejar su infantil estado, además de una voz de similares características pidiéndole que le dejara quedar bien con la joven Liukin.
-Carlota ¿conoces a este chico? - preguntó Morgan y ella reaccionó con alegría.
-¡Anton! - exclamó la joven y Maurizio Maragaglio se percató entonces de que su plan de guardaespaldas había fracasado desde el principio. El desconocido niño abrazó a Carlota.
-Quiero presentarles a Anton Maizuradze, un amigo mío - dijo ella - Anton, te presento a Shanetta James, a Morgan Loussier y a Maurizio Maragaglio, mi escolta.
-¿Escolta? ¿Va a estar con nosotros en la cena de pizza?- curioseó Anton.
-¿Habrá cena de pizza?
-No sabíamos que habría sexto invitado.
-¿Sexto?
-Vas a traer a Marat ¿verdad, Carlota? Le dije a todos que no es tu novio pero igual lo queremos interrogar.
-¿Para qué, Anton?
-Es que dicen que estás enamorada.
-¿De dónde sacaron eso?
-El que quiere verte es Jouberto pero ya le dije que si se acerca, le daré un trancazo.
-No tenías que hacerlo, Anton.
-Te extrañé, Carlota.
Ambos sonrieron y fueron aproximándose a un automóvil gris del que salieron corriendo Amy y David, sus otros amigos. Si Maurizio Maragaglio no hubiera investigado, jamás habría estado seguro de que Carlota Liukin iba a provocarle dolores de cabeza.
-¡Amy! ¡Te extrañé mucho! - exclamó la chica.
-¡Tenemos que hablar! ¡Tienes que contarme de Marat!
-Te diré todo más tarde.
-Judy te ha reservado un lugar muy bonito en el bistro ¡lo tienes que ver!
-Me dijeron de la cena de pizza.
-¡Ay, Anton! ¡Te dije que era sorpresa! - reprochó Amy y mientras regañaba al niño por bocazas, Carlota le daba un abrazo a David y este le contaba al oído que Marat estaba hospedado en el Edificio Meliés.
-¿Cuándo llegó? - se sorprendió ella.
-Esta mañana. Judy lo recibió.
-¿Por qué?
-Tu papá se lo pidió.
-¿Qué? Mi papá detesta a Marat.
-Es para que lo vigilen.
-No entiendo. Todo mundo actúa raro si se trata de él. Adelina me organizó una cita.
-Prometimos ayudarla con eso.
-¿Ustedes?
-Sólo dime algo, Carlota.
-Suelta.
-¿Marat es tu novio?
-No.
-Entonces nadie sabe ni papa.
-¿Perdón?
-Es que la idea del paseo en Montmartre es de él.
-Me sorprende, David.
-¿Ese guardaespaldas que te mandaron es bueno?
-Es tonto.
-Siempre cuídate de los tontos.
Maurizio Maragaglio sospechó enseguida que los cuatro niños tenían algo entre manos y decidió improvisar, así que hizo que se depositara la maleta de Carlota en una cajuela y para demostrar que burlarlo sería complicado, ordenó que el grupo se dividiera. Los amigos se irían en el auto gris con Morgan Loussier mientras la chica Liukin partiría en un coche negro que Romain Haguenauer le había pedido prestado a la Federación Francesa de Deportes sobre Hielo y en lugar de llegar con Judy Becaud, iría enseguida a Bércy para ocupar su lugar en las gradas para el primer juego de la Copa Davis.
-¡Quería saludar a Judy! - protestó Carlota.
-Lo siento tanto - contestó Maragaglio, sarcástico.
-¡No fue lo que acordaste con mi padre!
-Tampoco acordamos que tuvieras una cita con Marat Safin en Montmartre el lunes. Por supuesto que cancelarás tu asistencia.
-¿Qué?
-Entre tus amigos hay un soplón, señorita Liukin.
-¡No te rías!
-No le faltes al respeto a mi trabajo.
-¿Quién es el topo? ¿Es Maeva, verdad?
-¿La señorita Nicholas te ayuda en esto? Qué red tan complicada.
-¿Ella no fue?
-Quizás hay alguien que está muy preocupada por su hermano y se ha metido a espiarle las llamadas.
-¡Dinara! ¿Cómo te avisó?
-¿Qué importa? Me hizo preguntarme qué habrán hecho en Mónaco el joven Safin y tú.
-Nada.
-Entonces no necesitaban deshacerme de mí.... Está decidido, no irás a Sacré Coeur.
-¿Qué rayos?
-No me burlo de ti porque no tiene caso.
-¡Te estás carcajeando!
-¿Podemos concentrarnos en ir a Bércy?
-¿Y mi equipaje?
-En el otro auto.
-¡Mi maquillaje está ahí!
-Vamos a un juego de tenis, no a una recaudación de fondos.
Carlota abrió la boca incrédula y furiosa y pronto, sonó su celular. Luego de abordar y situarse junto a Shanetta, supo que había recibido un mensaje de Sergei Trankov, volviendo a sonreír un poco. Sólo suplicaba por ver la cara de Maragaglio cuando sus previsiones se vinieran abajo y Adelina Tuktamysheva entrara en acción. Trankov le pedía que confiara en esa chica.
El camino desde el aeropuerto Charles de Gaulle carecía de belleza. Pastos altos, molestos encharcamientos, humo de fábricas y un cielo gris eran lo mínimo soportable rumbo al interminable tráfico del periférico de París y como es normal cuando el otoño asienta sus reales en Europa, empezó a llover a cántaros, dificultando cualquier intención de llegar a tiempo a donde fuese. Romain Haguenauer no paraba de usar el claxon y de pronto, notó que el automóvil gris estaba junto a ellos y alguien abría la puerta trasera para salir. Poco después, Maurizio Leoncavallo tocó gentilmente en la ventanilla para que Romain le dejara subir con él.
-Estás empapado.
-Perdón, Romain, me equivoqué. Vi a Morgan en el otro coche pero me dijeron que Carlota viene en éste. Cuando lleguemos al Edificio Meliés, me cambiaré de ropa.
-No debiste venir.
-¿Por qué?
-Por que nos dirigimos a la copa Davis.
-¿Qué hay del equipaje?
-No lo sé. El agente Maragaglio dice que es por seguridad.
Leoncavallo volteó hacia su primo sin comprender nada y luego a Carlota, cuyo gesto de "ni modo" era divertido. Shanetta no decidía entre tomarlo con humor o llorar y se percataba de que Maurizio Maragaglio disfrutaba el momento y se había salido con la suya.... No por mucho. Carlota comenzaba a burlarse de él aunque era evidente que le caía bien. Tratándose de Marat, no podía ser una buena niña.
-Sugiero que tomemos la ruta hacia Daumesnil, parece despejada - sugirió Maragaglio y Haguenauer aceptó en el acto. El deja vú sobre el escape de Carlota del mes pasado se hizo presente y el propio Maragaglio recordó que en ese viaje había sentido que regresaría muy pronto. Tenía demasiadas cosas qué hacer y luego de perder de vista a los amigos de la joven Liukin, respiró tranquilo. El Boulevard Bércy estaba cercano al hospital Bércy y casi seguro estaba de que ella pensaba lo mismo pero no podía saberlo. Carlota lo miraba de vez en vez, sin atreverse a decir "¿te acuerdas?" y se cubría la cara sonrojada.
-Que hayas huido esa vez trajo algo bueno - admitió Maragaglio.
-¿Qué fue? - se interesó Carlota.
-Ahora regresas para patinar y con tu padre confiando en ti.
-¿Es una ventaja, verdad?
-Recuerda que las locuras no salen bien.
-¿Es un consejo?
-Nadie lo vale. Rercuérdalo.
A Maurizio Leoncavallo le llamó la atención aquella conversación porque sonaba natural, nada parecida a la resistencia de Venecia. Y recordó. Maragaglio había mentido por Carlota una vez y acababa de decirle sutilmente que no lo traicionara a través de una advertencia. Para Leoncavallo, aquel nivel de comunicación era sorprendente y se preguntó si su primo comprendía ciertos motivos de la joven Liukin al punto de no querer admitirlo.
-Dentro de mi plan se encuentra cuidarte en el kiss and cry, Carlota - confesó Maragaglio emocionado.
-¿También ahí?
-Tramité una acreditación y Mauri estuvo de acuerdo.
-¿Qué pasará con Romain?
-Me temo que el señor Haguenauer te verá desde una butaca.
-Perdón, Romain - dijo la joven y recibió una sonrisa en respuesta. El camino a Bércy jamás había puesto a Carlota nerviosa.
En París algunas cosas habían cambiado un poco: Se contaban más autos estacionados en ambos lados de las calles, los semáforos marcaban altos cortos, la gente se aglomeraba en las esquinas luego del almuerzo y las salidas del metro se volvían solitarias rápidamente. Acaso había más vendedores ambulantes de mala bisutería y se notaban más graffitis, pero a pesar de ello, París recibía a Carlota Liukin con rayos de luz y un calmado viento que poco a poco convertían la tormenta en una agradable llovizna. Cuando Haguenauer condujo a un costado de la Gare de Bércy, el cielo comenzó a despejarse y al llegar al estacionamiento del Palais Omnisports, el cielo se tornó azul. Carlota sintió la calidez del sol de su rostro y levantó los ojos para no perderse de aquella escena tan bonita. Un arcoiris se dejaba ver mientras unos pocos admiradores reconocían a la joven y se aproximaban para saludarla y para pedirle su firma a Maurizio Leoncavallo, quien no sabía que fuera del circuito del patinaje, también se estaba volviendo popular.
-Así será toda la semana - suspiró Shanetta James y Romain Haguenauer se acercó a sus colegas para acabar con aquello. Una fila enorme esperaba a las puertas del recinto y para no arriesgarse a un tumulto o que la prensa se introdujera entre los vehículos, el grupo estuvo de acuerdo en acercarse al acceso del estacionamiento, a esa hora vetado para el público. Maurizio Maragaglio, no obstante, procuraba no perder de vista ningún detalle y aunque los rayos del sol le lastimaban, caminó en calma mientras preparaba su identificación y le pedía a Carlota que portara su invitación en el cuello.
-A partir de este momento, estoy a cargo - sonrió Maragaglio y los demás parecían obedecerlo cuando el guardia quiso negarles el paso.
-Intelligenza Italiana tiene más rango que France Securité o Scotland Yard - recordó Maurizio Leoncavallo.
-¿De verdad? ¿Por qué? - preguntó Romain Haguenauer.
-Digamos que la Marina confía más en la agencia desde que se resolvió el caso Burbank. Sergei Trankov casi es arrestado.
Carlota pasó saliva de escucharlo y Haguenauer la miró seriamente.
-Maurizio sabe de Sergei - mencionó ella.
-¿Tienes idea de qué es el caso Burbank? - curioseó Haguenauer.
-No quiero enterarme.
-Mi primo localizó y entregó a Raymond Floost a la Marina - anunció Maurizio Leoncavallo y Carlota supo que los tres estarían en problemas si se notaba que secreteaban.
-Floost se sacrificó por Trankov. El banco Burbank colaboraba con fondos para la compra de armas en el mercado negro y Floost era prestanombres - dijo el mismo Maragaglio, que sólo había escuchado a Maurizio.
-Eso no es cierto - suspiró Carlota.
-A propósito, tengo sospechas de que Trankov te ha seguido a esta ciudad.
-No será fácil encontrarlo.
-Me decepcionaría si no pone obstáculos.
-Él siempre escapa.
-Cuando lo tenga en mis manos, le preguntaré qué le ha dado por perseguirte.
-No creo que te lo diga, Maragaglio.
-Tengo el diamante dorado con sus huellas. Su juego se acabó.
Carlota, Maurizio y Haguenauer se atisbaron confusos y luego de que el guardia les diera la autorización de pasar, decidieron disimular integrando a Shanetta a una charla sobre los próximos entrenamientos y fingiendo que buscaban sus lugares en las gradas.
-Llegamos temprano - reprochó Shanetta.
-La señorita Carlota necesita apartar su lugar detrás del equipo ruso - rió Maragaglio.
-¿Por qué no me sorprende?
-Lo que me desconcierta es que la hayan dejado invitar a toda la gente que quiso.
Carlota no pudo evitar mirar con una pequeña sonrisa a Maragaglio con tal de seguir fingiendo y pronto, tomó un asiento de la cuarta fila, con la esperanza de que la cabeza de Marat fuera visible. En el suelo estaba marcado que la escuadra rusa ocuparía unas cómodas butacas del lado derecho y Maragaglio se sintió feliz de saber que verían la cara del umpire con frecuencia. En los bordes, había anuncios sobre el Trofeo Bompard y los técnicos que verificaban la cancha no dudaban en jurarle a Carlota que el martes por la mañana estaría sustituida por una linda pista de hielo. Ellos se asegurarían de que tuviera una sesión de entrenamiento privada ese mismo día.
-Un grand merci a tous! - respondió ella y Maragaglio tomó lugar a su lado, contento porque el grupo había recibido cortesía y su primo aun no acaparaba la atención de la joven Liukin, misma que quería sentarse mientras se arrepentía de no cambiarse los botines y llamaba a su amiga Amy para decirle que verían la Copa Davis juntas.
-¿Carlota da problemas cuando está con sus amigos? - consultó Maragaglio a Haguenauer cuando éste se situó junto a él.
-Me gustaría decir que no.
-¿Qué es lo más común?
-La chica se escapa.
-¿Sucede a menudo?
-Tiene talento.
No ocurrirá conmigo a cargo, señor Haguenauer.
-En París y en Tell no Tales sucedieron cosas que quisiéramos olvidar.
-¿Por culpa de Trankov?
-Carlota estuvo en coma luego de recibir un batazo.
-No lo sabía.
-Es un agente de inteligencia ¿me juega una broma?
-¿Quién la agredió, Haguenauer?
-No lo sabemos pero le robaron el bolso ese día.
-¿Trankov tuvo que ver?
-Honestamente, lo creo incapaz.
-¿Por qué?
-Tampoco mató al caricaturista Vérlhac y ¿secuestrar a Carlota en Venecia? A esa niña no la soporta ni Dios. Además, en el tiroteo aquí en París, Trankov no está involucrado ¿No le parece que se está engañando?
-¿Cómo sabe que Trankov es inocente en el caso Vérlhac?
Carlota Liukin volteó hacia ambos y respondió por Haguenauer:
-Porque Trankov está robando diamantes.
-Carlota, no me haga pensar que usted sabe más de lo que dice - concluyó Maragaglio mientras se alegraba de recibir nuevas pistas. Si antes se le figuraba que los Liukin tenían que ver con Trankov, las negativas torpes de Haguenauer y las evasivas infantiles de Carlota se lo confirmaban. Sólo restaba encontrar un papel o una llamada para al fin arrestar al guerrillero y con él, a sus cómplices. A su lista, Haguenauer se añadía y aunque a la joven no pudiera hacerle nada, ya saldría ocasión de cobrarle la cuenta.
-Te equivocas, lo sé - le dijo Carlota inesperadamente y se levantó por un jugo mientras el estómago le quemaba por abrir la boca. Maurizio Leoncavallo fue con ella sin tener idea de nada y aunque ambos sentían la mirada inquisitiva de Maragaglio, fue a la joven a quien el semblante le cambió por completo.
Luego de salir de su vestidor, Marat Safin tocó los hombros de Carlota Liukin y al igual que en el cuento uruguayo que ella estudiaba, los demás los observaban con gran expectativa. Maurizio Leoncavallo se hizo a un lado para luego ver que ellos se daban un beso en la mejilla y en particular, Carlota rodeaba la cintura de su amigo al caminar. La chica aun era muy bajita y Marat medía un metro con noventa así que fue inevitable que los presentes se rieran al notarlo.
-Te he extrañado mucho, Marat - dijo ella sin ocultar que las mejillas se le volvían rosadas y él reaccionaba con una sonrisa espontánea y rodeándola igualmente por los hombros, aunque ella le sostuviera la mano derecha unos segundos para que no se soltaran pronto.
-Estuve entrenando en Montecarlo con mi equipo - contestó Marat.
-¿De verdad?
-Con Misha Youzhny, Zhenya Kafelnikov y Kolya Davydenko.
-¿Quiénes?
-Mis compañeros.
-Me habías hablado de ellos... Perdón, Marat.
-No te preocupes, Carlota.
-¿No deberías estar en calentamiento?
-¿No deberías quedarte en tu asiento?
-Voy por té helado.
-Yo te acompaño.
-Tengo que avisarte que descubrieron nuestro plan para ir a Montmartre.
-¿En serio?
-Marat ¿por qué tu hermana no me traga?
-Iba a decirte que tu amigo Tennant tampoco me soporta.
-¡Tennant! ¿Nos habrá delatado también?
-En las noticias dijeron que vienes vigilada.
-Te presentaré al agente Maragaglio.
-Estaré encantado.
-Jura que no.
Carlota y Marat continuaron platicando de cualquier cosa y Maurizio Leoncavallo los contemplaba como si se contagiara de una especie de felicidad y su curiosidad se hubiera saciado luego de preguntarse un par de veces cómo iba a reaccionar de al fin verlos juntos. En ese momento, a ningún testigo le cabía duda de que la joven Liukin se había enamorado profundamente.
-¡Marat! No te he dicho de mi entrenador nuevo - se sonrojaba más ella.
-¿Quién es?
-Ay ¿dónde está?... ¡Maurizio, ven! ¡Él es Marat Safin!
Marat extendió su mano y poco después, Maurizio Leoncavallo le correspondió el gesto amablemente. Algunos chismosos cuchicheaban que otro entrenador habría pegado grito en el cielo.
-Carlota te ha tenido muy presente. Me contó de su paseo en el Gran Canale - señaló Maurizio.
-Fue un buen día. Ella me dijo que la haces sufrir con un arnés.
-Es para que salte como debe.
-También hablamos de sus nuevos programas.
-¿Te ha dicho de qué se tratan?
-Ella está muy feliz porque montaron "Anna Karenina".
-Entonces no te ha contado todo, Marat.
-¿No?
-Imagino que quiere mantener una sorpresa.
Maurizio y Marat parecían congeniar y ambos se ofrecían a pagar la bebida de Carlota cuando el público comenzó a entrar al recinto y a reconocer a los tres detrás de una valla metálica que no tardaría en removerse. Las cámaras fotográficas no paraban de capturarlos y el personal le indicó a Marat que regresara con su equipo, ya que no tardarían en iniciar las actividades. El primer juego de la semifinal de la Copa Davis entre Rusia y Francia sería el de Nikolay Davydenko contra el capitán francés Sebastian Grosjean y los organizadores quisieron aprovechar para colocar a Carlota en cuántas imágenes fuera posible con tal de atraer a más prensa. El mismo Grosjean aguardó a que Marat Safin se despidiera apresuradamente y juntó a Paul Henri Mathieu, Fabrice Santoro y Nicolas Escudé para complacer un poco a los medios y uno de ellos no vaciló en pintarle unas franjas azules y rojas a Carlota en las mejillas. Ella, claro está, no los conocía pero se sentía cómoda fingiendo que sí.
-¡Vamos a ganar esta serie y ellos traerán el trofeo a casa! - declaró Carlota.
-"¿Apoyas a Marat Safin?" - le preguntó un reportero malicioso.
-No puedo hacerlo ¡soy francesa!
-"Pero Marat es tu amigo"
-Hoy juega en nuestra contra.
-"¿Es cierto que serás la abanderada de Francia en este evento?"
Carlota no sabía qué responder así que Sebastian Grosjean tomó la palabra.
-La señorita Liukin es nuestra capitana honoraria y portabandera por acuerdo del equipo. Ella juega con nosotros, así que tenemos ventaja.
Maurizio Leoncavallo apenas daba crédito a la escena cuando reparó en algo: Su primo Maragaglio había estado detrás de Carlota todo el rato y la idea de la bandera no le agradaba nada. El coordinador de los actos protocolarios pronto anunció que los patrocinadores estarían presentes la siguiente semana para el Trofeo Bompard y el capitán Grosjean había nombrado a Fabrice Santoro como embajador del equipo de tenis para ese evento. A nivel relaciones públicas, todos cumplían con su parte.
Dado que el tiempo escurría tan veloz como una corriente de agua, Carlota Liukin fue llevada al túnel principal y pronto, le dieron a sostener una bandera francesa un poco pesada. Uno de los asistentes le indicaba que ella saldría frente a la escuadra rusa y se colocaría en su lado de la cancha para la ceremonia de himnos. Maurizio Maragaglio continuaba como su sombra y acordaba con el encargado de seguridad estar con ella mientras terminaba ese alboroto. Para disimular, un oficial escoltaría a la otra niña voluntaria con la bandera rusa y Maurizio Leoncavallo tomaría su sitio en el graderío al concluir. Maragaglio estaba tan distraído improvisando que pronto, una chica de cabello oscuro, cara redonda y ataviada de negro, le gritó "¡quítate, idiota!" y le ponía su bandera en la cara antes de situarse delante de Sebastian Grosjean como si llevara horas preparada para salir ante la audiencia que iba abarrotando Bércy. Carlota giró a verla con agrado.
-Me dejaron meterme ¿puedes creerlo? - rió aquella.
-Adelina ¡te van a descubrir!
-Claro que no, tontita.
-Nos cacharon con el plan de la cita.
-No te preocupes, tu guarura no puede seguirnos al baño en INSEP ¿o sí?
-¿No sería muy obvio?
-No si es el del vestidor.
-Pero si me escapo, Maragaglio sabrá dónde encontrarme.
-A que no.
-A que sí. Adelina, no quiero que nos metamos en un problema.
-Maragaglio será el mejor agente del mundo pero hace mucho que quiero burlarme de un policía.
-La pregunta es ¿cómo?
-Carlota ¿ya se te olvidó cómo te ibas con Trankov?
-Sólo lo hacía.
-¿Por qué fallaríamos ahora?
Carlota fingió que Adelina Tuktamysheva era una fan y le firmó un garabato en un calcetín cuando ésta se retiró un zapato, ocasionando la risa de quienes las veían.
-Ya vamos a empezar ¡allez, allez, allez les bleus! - arengó Carlota al equipo francés y mientras aquellos aplaudían, ella vio a Marat colocarse detrás de sus compañeros al tiempo que las luces del recinto se tornaban azules para hacer la presentación. A falta de un minuto, ambos se aproximaron.
-Davai Marat!
-Spasibo, Carlota.
-Ganarás.
-¿No estás del lado de Francia?
-No si se trata de ti.
-¿Le mentiste a todos?
-No es correcto ¿no crees?
-Se darán cuenta.
-¡Tenía tantas ganas de verte!
Carlota estrechó fuertemente a Marat y como la bandera ondeaba mucho y los cubría bien, ella besó al chico en los labios y sobre su tatuaje de código de barras en el brazo. El primero fue un accidente pero el segundo no y tanto Maurizio Leoncavallo como Maurizio Maragaglio se percataron enseguida, ambos entendiendo que Carlota Liukin y Marat Safin no eran precisamente amigos y éste último, si bien se contenía por ser un joven de veinte años, presentía que se enamoraría de ella.
-Te he extrañado mucho, Marat - dijo ella sin ocultar que las mejillas se le volvían rosadas y él reaccionaba con una sonrisa espontánea y rodeándola igualmente por los hombros, aunque ella le sostuviera la mano derecha unos segundos para que no se soltaran pronto.
-Estuve entrenando en Montecarlo con mi equipo - contestó Marat.
-¿De verdad?
-Con Misha Youzhny, Zhenya Kafelnikov y Kolya Davydenko.
-¿Quiénes?
-Mis compañeros.
-Me habías hablado de ellos... Perdón, Marat.
-No te preocupes, Carlota.
-¿No deberías estar en calentamiento?
-¿No deberías quedarte en tu asiento?
-Voy por té helado.
-Yo te acompaño.
-Tengo que avisarte que descubrieron nuestro plan para ir a Montmartre.
-¿En serio?
-Marat ¿por qué tu hermana no me traga?
-Iba a decirte que tu amigo Tennant tampoco me soporta.
-¡Tennant! ¿Nos habrá delatado también?
-En las noticias dijeron que vienes vigilada.
-Te presentaré al agente Maragaglio.
-Estaré encantado.
-Jura que no.
Carlota y Marat continuaron platicando de cualquier cosa y Maurizio Leoncavallo los contemplaba como si se contagiara de una especie de felicidad y su curiosidad se hubiera saciado luego de preguntarse un par de veces cómo iba a reaccionar de al fin verlos juntos. En ese momento, a ningún testigo le cabía duda de que la joven Liukin se había enamorado profundamente.
-¡Marat! No te he dicho de mi entrenador nuevo - se sonrojaba más ella.
-¿Quién es?
-Ay ¿dónde está?... ¡Maurizio, ven! ¡Él es Marat Safin!
Marat extendió su mano y poco después, Maurizio Leoncavallo le correspondió el gesto amablemente. Algunos chismosos cuchicheaban que otro entrenador habría pegado grito en el cielo.
-Carlota te ha tenido muy presente. Me contó de su paseo en el Gran Canale - señaló Maurizio.
-Fue un buen día. Ella me dijo que la haces sufrir con un arnés.
-Es para que salte como debe.
-También hablamos de sus nuevos programas.
-¿Te ha dicho de qué se tratan?
-Ella está muy feliz porque montaron "Anna Karenina".
-Entonces no te ha contado todo, Marat.
-¿No?
-Imagino que quiere mantener una sorpresa.
Maurizio y Marat parecían congeniar y ambos se ofrecían a pagar la bebida de Carlota cuando el público comenzó a entrar al recinto y a reconocer a los tres detrás de una valla metálica que no tardaría en removerse. Las cámaras fotográficas no paraban de capturarlos y el personal le indicó a Marat que regresara con su equipo, ya que no tardarían en iniciar las actividades. El primer juego de la semifinal de la Copa Davis entre Rusia y Francia sería el de Nikolay Davydenko contra el capitán francés Sebastian Grosjean y los organizadores quisieron aprovechar para colocar a Carlota en cuántas imágenes fuera posible con tal de atraer a más prensa. El mismo Grosjean aguardó a que Marat Safin se despidiera apresuradamente y juntó a Paul Henri Mathieu, Fabrice Santoro y Nicolas Escudé para complacer un poco a los medios y uno de ellos no vaciló en pintarle unas franjas azules y rojas a Carlota en las mejillas. Ella, claro está, no los conocía pero se sentía cómoda fingiendo que sí.
-¡Vamos a ganar esta serie y ellos traerán el trofeo a casa! - declaró Carlota.
-"¿Apoyas a Marat Safin?" - le preguntó un reportero malicioso.
-No puedo hacerlo ¡soy francesa!
-"Pero Marat es tu amigo"
-Hoy juega en nuestra contra.
-"¿Es cierto que serás la abanderada de Francia en este evento?"
Carlota no sabía qué responder así que Sebastian Grosjean tomó la palabra.
-La señorita Liukin es nuestra capitana honoraria y portabandera por acuerdo del equipo. Ella juega con nosotros, así que tenemos ventaja.
Maurizio Leoncavallo apenas daba crédito a la escena cuando reparó en algo: Su primo Maragaglio había estado detrás de Carlota todo el rato y la idea de la bandera no le agradaba nada. El coordinador de los actos protocolarios pronto anunció que los patrocinadores estarían presentes la siguiente semana para el Trofeo Bompard y el capitán Grosjean había nombrado a Fabrice Santoro como embajador del equipo de tenis para ese evento. A nivel relaciones públicas, todos cumplían con su parte.
Dado que el tiempo escurría tan veloz como una corriente de agua, Carlota Liukin fue llevada al túnel principal y pronto, le dieron a sostener una bandera francesa un poco pesada. Uno de los asistentes le indicaba que ella saldría frente a la escuadra rusa y se colocaría en su lado de la cancha para la ceremonia de himnos. Maurizio Maragaglio continuaba como su sombra y acordaba con el encargado de seguridad estar con ella mientras terminaba ese alboroto. Para disimular, un oficial escoltaría a la otra niña voluntaria con la bandera rusa y Maurizio Leoncavallo tomaría su sitio en el graderío al concluir. Maragaglio estaba tan distraído improvisando que pronto, una chica de cabello oscuro, cara redonda y ataviada de negro, le gritó "¡quítate, idiota!" y le ponía su bandera en la cara antes de situarse delante de Sebastian Grosjean como si llevara horas preparada para salir ante la audiencia que iba abarrotando Bércy. Carlota giró a verla con agrado.
-Me dejaron meterme ¿puedes creerlo? - rió aquella.
-Adelina ¡te van a descubrir!
-Claro que no, tontita.
-Nos cacharon con el plan de la cita.
-No te preocupes, tu guarura no puede seguirnos al baño en INSEP ¿o sí?
-¿No sería muy obvio?
-No si es el del vestidor.
-Pero si me escapo, Maragaglio sabrá dónde encontrarme.
-A que no.
-A que sí. Adelina, no quiero que nos metamos en un problema.
-Maragaglio será el mejor agente del mundo pero hace mucho que quiero burlarme de un policía.
-La pregunta es ¿cómo?
-Carlota ¿ya se te olvidó cómo te ibas con Trankov?
-Sólo lo hacía.
-¿Por qué fallaríamos ahora?
Carlota fingió que Adelina Tuktamysheva era una fan y le firmó un garabato en un calcetín cuando ésta se retiró un zapato, ocasionando la risa de quienes las veían.
-Ya vamos a empezar ¡allez, allez, allez les bleus! - arengó Carlota al equipo francés y mientras aquellos aplaudían, ella vio a Marat colocarse detrás de sus compañeros al tiempo que las luces del recinto se tornaban azules para hacer la presentación. A falta de un minuto, ambos se aproximaron.
-Davai Marat!
-Spasibo, Carlota.
-Ganarás.
-¿No estás del lado de Francia?
-No si se trata de ti.
-¿Le mentiste a todos?
-No es correcto ¿no crees?
-Se darán cuenta.
-¡Tenía tantas ganas de verte!
Carlota estrechó fuertemente a Marat y como la bandera ondeaba mucho y los cubría bien, ella besó al chico en los labios y sobre su tatuaje de código de barras en el brazo. El primero fue un accidente pero el segundo no y tanto Maurizio Leoncavallo como Maurizio Maragaglio se percataron enseguida, ambos entendiendo que Carlota Liukin y Marat Safin no eran precisamente amigos y éste último, si bien se contenía por ser un joven de veinte años, presentía que se enamoraría de ella.
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